Baltar será uno de los campos que figure con letras de oro dentro de la historia del Céltiga. Allí se culminó el cuarto ascenso de club de A Illa a Tercera División. Un logro que llega además tras dos temporadas muy difíciles en los que el descenso a Primera Autonómica se convirtió en una amenaza más que latente.

Quizá eso contribuyó de manera notable a que la euforia se desatase sobre el mismo césped nada más concluir el partido ante el Portonovo. Antes, el Céltiga guardó la compostura de manera elegante y respetuosa a un rival que bastante estaba sufriendo con la goleada padecida. Pero el pitido final desató todo un torrente de alegría que ya no se podía contener más.

La plantilla en pleno celebró en corro el logro en el círculo central fusionándose con miembros de la directiva y la afición. Janeiro, que ayer mismo colgaba las botas, fue uno de los más activos en la celebración y el primero en duchar a Edu Charlín. No faltaron los manteos. Harry, el delegado, fue el primero en probar las alturas y el presidente Juan Ramón Rial le siguió en el despegue. Otros como Machu o Ramón buscaban a sus familiares en la grada para fundirse en besos y abrazos.

Poco a poco la fiesta se trasladó al vestuario. La música no paró de sonar mientras el champán se mezclaba con las felicitaciones. El técnico también se sumó como uno más y poco a poco los jugadores fueron desfilando hacia el último autobús de una larga temporada para emprender el viaje más alegre. Entre cánticos y bromas llegaron a A Illa para tener su primera parada en la Taberna dos Baláns. Allí se produjo otro de los muchos brindis por el ascenso que se reproducirían a lo largo de la noche.

La cena en el restaurante Con do Sol se prolongó hasta altas horas, como resistiéndose a despedir una temporada que quedará para el recuerdo en el Céltiga.