El Pontevedra consiguió en el Mariano González tres puntos muy importantes que le dan una bocanada extra de oxígeno en este complicado último tramo de la competición liguera. Un trabajado y merecido triunfo que permiten al equipo de Luismi Aredas escapar de los puestos de descenso y depender de sí mismo en las últimas cinco jornadas. En una semana muy larga, con la final de la Copa Federación por medio, dos victorias dan valor al esfuerzo pontevedrés pero, sobre todo, sirven para alimentar de moral de un equipo que ha demostrado capacidad para conseguir lo que se proponga. Ayer lo demostró ante un Navalcarnero que sigue en zona de ascenso, al que superó en todo momento.

Había que ir a por el partido y así sucedió. Había que morder, presionar al rival, quitarle el balón y así sucedió. Así, poco a poco, el Pontevedra se fue haciendo con el control del esférico y manejando el partido según mejor le venía. En el minuto 32 de partido, tras un buen cambio de orientación de David Añón desde la banda diestra, habilitando el cuero a Alex González, quien entraba por el lateral zurdo, llegaba al área y cruzaba el esférico lejos del alcance del guardameta madrileño. Recompensa al dominio ejercido con un gol que noqueaba a los locales. De ahí al descanso, Mouriño volvería a intentarlo con un remate que se iba a manos de Isma Gil.

Tras la reanudación, y con la desventaja en el marcador, Julián Calero daría entrada a su jugador talismán, pichichi del equipo, Joaquín, y a punto estuvo de surtir efecto, pero la seriedad y tranquilidad pontevedresa logran imponerse y en la siguiente oportunidad, al contragolpe, llegó el tanto de la sentencia.

En los últimos minutos, el Navalcarnero apretó, buscó recortar distancias y dar motivos para la esperanza, pero cuando se perdona se termina pagando y el Pontevedra no pasó apenas apuros para mantener la ventaja que le da la vida en el último tramo liguero.