Llega la hora de la verdad para Fernando Alonso. El piloto asturiano disputa esta tarde (18.20, hora española, Movistar) las 500 Millas de Indianápolis, una prueba mítica a la que llega con el objetivo de lograr un triunfo que le permitiría acariciar la ansiada "triple corona": el triunfo en el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 (que ya obtuvo en 2006 y 2007), en las 500 Millas de Indianápolis y en las 24 Horas de Le Mans. Un hito que hasta la fecha sólo ha logrado Graham Hill y que sitúa la participación del español en Indianápolis en otro nivel: Alonso no sólo compite contra otros 32 pilotos o contra sus propias limitaciones, sino que corre contra la historia.

El reto, en todo caso, es mayúsculo. Primero por las propias características del Indianápolis Motor Speedway, un circuito que es lo más parecido al circo romano que puede ofrecer el automovilismo actual: un trazado oval, con el muro comprimiendo a unos pilotos que pelean por cada pulgada de asfalto en una carrera literalmente desenfrenada. Después por la exigencia física y emocional de la prueba, que superará holgadamente las dos horas fijadas como máximo para un gran premio de Fórmula 1, y en la que los pilotos sufren especialmente por estar girando toda la carrera en una misma dirección.

Por último, la propia dimensión de Fernando Alonso impone al asturiano una dificultad adicional. Su palmarés y el haberse autoimpuesto un reto mayúsculo como la "triple corona" despertaron de mano unas grandes expectativas que se multiplicaron con el gran rendimiento del bicampeón en la clasificatoria, logrando el quinto mejor crono tras haber ensayado apenas unos pocos días en el circuito de Indianápolis. Un desempeño que ha situado a Alonso como el rival a batir, al tiempo que ha disparado el interés, a nivel global, por la carrera.