Ana Rodríguez pelea contra el cáncer de mama. A finales del año pasado le extirparon el tumor y los ganglios afectados. La previsión es optimista. En la fase actual del tratamiento afronta un ciclo de quimioterapia de mantenimiento. Este viernes irá al hospital Álvaro Cunqueiro a someterse a la sexta de las doce sesiones previstas, al ritmo de una por semana. El sábado reposará, aliviándose del cansancio, quizás del mareo, seguramente de las molestias estomacales. El domingo se vestirá de corto y participará en la Vig-Bay. "Si no puedo completarla, no pasa nada. Me retiraré si las sensaciones no son buenas. Lo primero soy yo y mi salud", valora. Y enseguida añade: "Pero sé que puedo.Y como lo sé, no quería quedarme con la cosa de no intentarlo".

Ana, de 51 años, se descubrió el bulto ella misma, palpándose. "El proceso fue muy rápido", describe en perspectiva, aunque en ese momento cada minuto le pareciese un siglo. A la médico de cabecera le inquietó el aspecto del pecho, como deformado "con un pellizco". La derivó a los especialistas. Después, mamografía, biopsia... "A las dos semanas me llamó la cirujana y me dio el diagnóstico", recuerda. "Me quedé sin palabras. No fui capaz de verbalizarlo durante dos días. Pero uno lo tiene que asumir. Se lo come. Lo más duro fue ver sufrir a mi familia".

Marta está casada con Carlos. Tiene dos hijas: Marta, de 23 años; María, de 19. "Son muy diferentes. Cada una lo asimiló a su manera. Y Carlos se lo tomó peor que yo. Pero ha sido mi gran apoyo y compañía en todo el proceso. No me ha dejado sola en ninguna de las consultas, en ninguna de las sesiones de quimio".

"Yo he tenido mucha suerte. Me doy con un canto en los dientes. Lo que he pasado, lo he pasado yo. Pero hay gente con tipos más agresivos de cáncer", indica. "Empiezas a conocer casos, gente a tu alrededor que lo ha pasado o lo está pasando. Te cuentan historias muy duras. Dentro de lo malo, he tenido suerte, el cáncer más conocido, el más estudiado". Hubo, no obstante, sobresaltos, pruebas para descartar complicaciones, incertidumbres. El 19 de octubre la operaron por primera vez. Uno de los ganglios extirpados ofreció un resultado que obligó a una nueva intervención para ampliar la zona de limpieza. Fue el 8 de noviembre. Después, un primer ciclo áspero de quimioterapia; cuatro sesiones, con tres semanas de descanso entre cada una. "Con las actuales, más ligeras, tienes tus toques, pero se llevan bien. Con la primera quimio no se podía vivir", relata. A finales del próximo mes de mayo confía en concluir todo el tratamiento.

El deporte ha desempeñado un papel fundamental en esta singladura. Ana comenzó a frecuentar el Máis que Auga de A Miñoca cuando se quedó desempleada hace algunos años. Y allí, junto a otros usuarios, se aficionó al mundo de las carreras populares. Jamás ha faltado a la Nocturna de Florida, en la que acumula cinco participaciones. En la Vig-Bay se estrenó el año pasado, con un tiempo de 2.13.

Tras conocer su enfermedad apenas interrumpió su calendario. Lo adaptó a las posibilidades que le ofrecía su anatomía en cada episodio. Justo tras la primera sesión de quimio, ya afectada pero sin el desgaste que la acumulación le provocaría después, estuvo en una prueba en Beade y al día siguiente se hizo la Subida ao Castro, "con la lengua fuera", pero coronando la cima para completar así la cita que le faltaba del Circuito Run Run Vigo. También ha caminado 5 kilómetros en la Carrera Solidaria por la Esclerosis Múltiple de Bouzas y la de Érguete. A la Vigo contra el Cáncer se le presentaron todos los miembros del grupo de Máis que Auga con camisetas que la nombraban "Mamipower". Un gesto que aún la estremece al describirlo: "Fue sorpresa, emoción... No tengo palabras para hablar de mis compañeros. Parte de mi motivación se debe a su apoyo. También a veces me han hecho frenar cuando podía cometer alguna locura en el ansia de querer tener la vida como antes".

Su presencia en la Vig-Bay de este domingo no entra en el catálogo de locuras. Ana ha ido explorando su progresión en los entrenamientos. Compitió en la reciente Interruning porriñesa, de 5 kilómetros. Y el pasado fin de semana efectuó un entrenamiento de 10 kilómetros por las carreteras que encontrará el domingo para examinarse en condiciones similares. Los resultados la han decidido a inscribirse. La organización le ha dado facilidades con el dorsal.

La oncóloga, por su parte, siempre la ha animado a realizar ejercicio en la medida en que su cuerpo lo tolere. "Yo sé que en la media maratón voy a forzar un poco la máquina, pero hasta donde pueda y sintiéndome bien", acota. El crono, en realidad, nunca constituyó una preocupación. "Tengo algunos tiempos que me gusta respetar, porque sé que los tengo y me los he currado. Pero no me muevo por eso, sino por disfrutar de las carreras que me gustan". La posibilidad de alcanzar la meta de Baiona se dirime casi más en su cabeza que en sus piernas. "El 95% depende de la capacidad mental de convencerte que puedes", sostiene. "El deporte me ha ayudado en lo que estoy pasando, en aprender a optimizar y a ordernarlo todo".

Tampoco esta vez correrá sola. Entre los socios de galope figurará su hija mayor. "Esto la ha estimulado a esforzarse y a alcanzar unas metas que antes no tenía o no le importaban", revela. Es una de sus lecciones. Ofrece otra: "Tienes que intentar que tu vida sea lo más normal posible y seguir adelante".