Por un momento pareció que el Barcelona iba a ser una nueva víctima de la fortaleza del Borussia Mönchengladbach en su estadio, inexpugnable desde enero. Pero a partir de ahí el Borussia disimuló sus desajustes defensivos y al Barça se le secó la creatividad. Hasta que Luis Enrique movió el cesto y Arda Turan le dio lo que esperaba de inicio de Alcácer: remate. La victoria que encarrila el grupo para el Barcelona llegó en un córner atípico, otro hallazgo de la "factoría Unzué".

En la ruleta de cambios para cubrir la baja de Messi, la bola se detuvo en la casilla de Alcácer. No pareció mala idea porque el Barça encontró espacios en la defensa alemana con bastante facilidad. Sergi Roberto y Jordi Alba cumplían la misión de aprovechar los huecos que la defensa de tres alemana dejaba en las bandas. El problema es que las cuatro oportunidades se quedaron en nada por la mala noche de los rematadores azulgrana.

También Sommer tuvo algo que ver en el cero del casillero azulgrana al descanso. Todo parecía controlado y el gol visitante parecía cuestión de tiempo cuando llegó una jugada que, por repetida, no deja de extrañar. Busquets se hizo un lío en el centro del campo y perdió un balón que puso en marcha a los velocistas locales. En un tres contra tres, Raffael condujo hasta el área, cedió a Dahoud y éste, viendo la llegada de Thorgan Hazard con ventaja sobre Jordi Alba, le cedió el honor del gol.

Normalmente, el 1-0 sólo podría interpretarse como un accidente, por más que reafirmase al Borussia en su plan inicial. Si ya de principio no hubo rastro del juego arrollador que se le supone en su campo, a partir del minuto 33 lo fió todo a la defensa. Y con éxito. Tan mal lo vio Luis Enrique que no esperó a la hora de partido. El cambio de Alcácer estaba cantado porque, además, se le notaba incómodo tirado a la banda derecha. Sorprendió más la marcha de Rakitic, pero Turan no tardó en darle la razón.

Un chispazo de Neymar al picar el balón sobre la muralla defensiva puso a Turan en situación para batir a Sommer y no defraudó. El empate fue la señal que necesitaba el Barça para ir a por el partido. No tardó mucho en caer el segundo, gracias a un recurso cada vez menos atípico: el balón parado. Mientras un pelotón de jugadores esperaban un saque de córner en el área pequeña, Neymar envió por bajo a la frontal, donde Luis Suárez, solo, enganchó un remate que Sommer no pudo sujetar. Allí estaba Piqué para, casi desde el suelo, aprovechar el regalo y acabar con la mística del Borussia Park.