Son jóvenes, pero están sobradamente preparados. El Celta afrontaba un partido decisivo ante el Sporting de Gijón. Llegaba a la cita con heridas. Tres derrotas para abrir el curso y dos empates que permitían ser optimistas pero cuya imagen estaba muy lejos de aquel conjunto que logró meterse en Europa. La salvación es la meta innegociable. Por ello, sumar los tres puntos este miércoles era fundamental para salir del pozo y dar el primer paso hacia la zona tranquila de la tabla.

No iba a ser un duelo sencillo. Los conjuntos no cierran sus dudas con brillo, sino con trabajo y una pizca de fortuna. Ocurrió en la primera temporada de Berizzo y también a mitad de la campaña pasada, cuando el Celta empezaba a notar demasiado la ausencia de Nolito. Ante el Sporting ocurrió algo similar. Los vigueses llevaban la iniciativa, pero arriba se veía nervios, falta de confianza. El partido caminaba hacia su momento decisivo y el marcador seguía siendo el mismo. Emergió el capitán. Mallo aprovechaba la asistencia de Sisto -el fichaje que más ilusiona a la grada- para romper la sequía anotadora.

El gol dio paso al vértigo. A las dudas. Berizzo incluso modificó sus planes. Sentó de nuevo a Rossi, que estaba preparado para ingresar, y optó por Marcelo Díaz. El primer cambio incluso despertó el enfado de un sector de la afición que quería seguir viendo al danés. Abelardo, por su parte, hizo su particular ´all in´. Le tocaba arriesgar. Y le salió bien. No por el juego desplegado por los suyos, sino por los habituales "errores no forzados" del conjunto vigués. Llegó el penalti para los asturianos. Cop no perdonó el regalo y devolvió el empate (y las dudas) a Balaídos.

El técnico argentino metió a Rossi, pero el que tiró de galones fue Radoja. Con el Tucu mermado por unas molestias musculares, el balcánico hizo gala de su recorrido. Creó y empezó a llegar desde segunda línea. Babin evitó su gol y poco después un inocente Amorebieta le derribó en el área. Podía culminar su gran tarde ejecutando la pena máxima, pero esa responsabilidad recaía en el "diez", en el Genio de Moaña. Iago Aspas tampoco perdonó y acabó certificando la primera victoria del curso.