Sólo la complicidad del Madrid con la Copa de Europa explica lo ocurrido ayer en el Santiago Bernabéu. Volvió la épica y esta vez no fue necesaria la intervención de Sergio Ramos. Fueron Cristiano Ronaldo y Morata los que firmaron, en un final trepidante, un triunfo que premió más al coraje que al fútbol. Porque el Sporting de Portugal fue, durante 75 minutos, el único equipo de cuerpo entero sobre el césped. Con pocos medios, Jorge Jesús ha armado un buen bloque, sin figuras pero con una idea clara del fútbol colectivo. Enfrente un Madrid que no metió ni miedo hasta que Zidane desmontó la BBC. Con Lucas Vázquez y Morata por Bale y Benzema, el Madrid por fin domó a su rival y empujó hasta que, en el último suspiro, se encontró con un botín que se daba por descontado. Funcionó la química europea.

Aunque se plantó sobre el tapete del Bernabéu con una solvencia y un descaro tremendos, nadie se tomó muy en serio al Sporting hasta que agujereó la puerta de Casilla. Parecía la historia de siempre:equipo bien armado que se gusta en un escenario de tronío e incluso amaga con algún acercamiento hasta que el Madrid se pone serio. Pero esta vez hubo algo más. El Sporting no se conformó con controlar el centro del campo, donde juntó a jugadores con buen pie con portentos físicos. Una mezcla que le permitió llevar la iniciativa y contrarrestar los intentos del Madrid al contragolpe. Bale no encontraba pista para sus carreras, Benzema estaba espeso y Cristiano Ronaldo parecía prisionero de la evidente nostalgia por enfrentarse al equipo en que creció.

Mientras, el Sporting llegaba en combinaciones rápidas y precisas, o con las carreras desbocadas de Gelson Martins, un dolor de cabeza para Marcelo y un serio peligro para Casilla. Los portugueses se fueron al descanso con la sensación de que habían jugado demasiado bien al fútbol para tan poca recompensa. Algo que se solucionó nada más volver al campo, cuando Bruno César aprovechó una indecisión de Ramos y Modric para enganchar un remate cruzado que se coló pese el guardameta llegó rozar el balón con la punta de los dedos.

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Zidane esperó veinte minutos por la reacción de sus titulares, pero ante la inoperancia del equipo activó el plan B. Es decir, un par de canteranos con calidad y ganas de comerse el mundo, como Lucas Vázquez y Morata. No tardaron en pasar cosas, aunque en un principio el Sporting se mantuvo firme en defensa y amenazó con sentenciar a la contra. No se empezó a vislumbrar la remontada hasta que Cristiano Ronaldo estampó en el poste un remate a bocajarro.

Parecía que Cristiano se apiadaba de sus compatriotas hasta que, a falta de dos minutos, se encontró una falta a su medida. Rui Patricio voló hacia donde debía y palmeó el balón, pero se coló tras golpear en el poste. El empate, visto lo visto, no era mala solución para el Madrid, pero en el ADN de este equipo no figura el conformismo. Así que cuando estaba a punto de cumplirse el cuarto minuto de descuento Morata cabeceó al fondo de la red un centro de James.