Quino Salvo ya es parte de la historia de Vigo y los aficionados de la ciudad se lo demostraron ayer llenando el pabellón de As Travesas en una jornada en la que se volvió a demostrar que la ciudad tiene hambre de baloncesto masculino de nivel.

El partido dio lo que puede dar de sí el primer partido amistoso de la pretemporada, pero la afición tenía tantas ganas que le dio exactamente igual. Además, Vigo confirmó su lealtad al conjunto santiagués, sin importarle que enfrente estuviera un vigués llamado a marcar una nueva época en el baloncesto nacional, Alberto Abalde.

La igualdad fue la tónica general durante los primeros diez minutos de juego. Ambos conjuntos trataron de imprimirle velocidad al juego, lo que provocó numerosas imprecisiones. Sin embargo los porcentajes de acierto no fueron malos, con un 50% en tiro de dos para los santiagueses y un 60% para los de la Penya, que finalizaron el cuarto un punto por detrás. Destacar los primeros diez minutos de Rosco Allen, con una valoración un punto por encima de la suma total de los jugadores del Joventut.

En los segundos diez minutos de juego el Obradoiro contó con la aportación de más jugadores, a Allen se le unieron Whittington, Llovet y McConell, lo que le permitió al cuadro santiagués, alcanzar una ligera ventaja en el marcador, que llegó a ser de nueve puntos a seis minutos para el descanso.

Diego Ocampo se vio obligado a solicitar un tiempo muerto para revertir la situación, pero el Obra seguía ajustando bien la defensa y en ataque conseguía igualar las anotaciones de los de la Penya, llegándose al descanso con cinco puntos de ventaja.

Tras el paso por el vestuario, el Obradoiro salió más centrado a pesar de que el Joventut aprovechaba sus segundas opciones de tiro. Allen volvió a poner los diez puntos de ventaja aumentando su importancia en el desarrollo del juego, mientras que los de Badalona tenían que echar mano de los lanzamientos exteriores para tener opciones de recortar la diferencia, pero esa precipitación no les ayudaba. Tanto fue así que Alberto Abalde anotó sus primeros puntos a dos minutos para la conclusión del cuarto, con un triple que permitía recortar la desventaja a diez puntos. El vigués, quizás algo nervioso por actuar en su ciudad, estuvo más pendiente de colaborar en la circulación del balón que del tiro.

Los últimos diez minutos de juego fueron tiempo para la exhibición, la de un Obradoiro que estaba crecido y tras dos minutos de juego alcanzaba los dieciocho puntos de ventaja, obligando al técnico de la Penya a solicitar con urgencia un tiempo muerto para acabar con la sangría.

Poco hubo que contar en los minutos finales del encuentro. Con el partido visto para sentencia, los dos equipos trataron de agradecerle a los aficionados su asistencia con mates y jugadas de esas que se ven por televisión pero que, por un día, los aficionados vigueses pudieron ver en directo.