El Coruxo logró ayer una agónica victoria que le permite dar un paso muy importante de cara a certificar una temporada más la permanencia en la categoría. El sábado, en Santiago, los vigueses podrían materializar ese objetivo.

En partidos como el de ayer en el campo de O Vao lo de menos es el juego. Lo importante es sumar los tres puntos y alejar un peligro que, tras los resultados registrados, era más patente que nunca. Por si no fueran pocos los problemas, Sáez tuvo que echar mano de varios jugadores con problemas para presentar un "once" que plantara cara. Además, a los once minutos, un nuevo contratiempo azotó a los vigueses con la lesión de Fernando, que debutaba esta temporada y que recibió un rodillazo en la cadera.

Con estos precedentes, las previsiones se cumplieron a rajatabla, pues el encuentro fue flojo, donde los vigueses jugaron más con el corazón que con la cabeza. El Lealtad dejó que el Coruxo llevara el peso del choque para buscar una contra que le permitiera marcar, y entre unos que no querían y otros que no podían, los primeros cuarenta y cinco minutos de juego transcurrieron con más pena que gloria. Rafa Mella dispuso de la mejor ocasión para adelantar a su equipo. Se llevaba media hora de juego, cuando recibió un pase perfecto de Pedro Vázquez que lo dejó solo ante José Luis, que tapó hueco y con la pierna desvió el balón a córner.

En la segunda parte la decoración no cambió demasiado. El Coruxo seguía llevando el peso del encuentro, pero sin pegada de cara a la portería de José Luis, algo lógico si se tiene en cuenta que no juegan delanteros. De llegar el gol tenía que ser en una jugada aislada, y esta llegó a los cinco minutos, cuando Rafa Mella resuelve un lío dentro del área. El gol tranquilizó a los vigueses, que comenzaron a tocar y a tocar, disputando sus mejores minutos.

Pero claro, los problemas nunca vienen solos, y en una jugada sin aparente peligro los asturianos lograron la igualada. El tanto dejó tocado a los jugadores del Coruxo, a los que les costó darse cuenta de la situación y que cada vez quedaba menos tiempo para marcar un tanto que cambiara la situación.

Sin embargo en esta ocasión la fortuna no le dio la espalda a los vigueses, que se encontraron con una extraña jugada que cambió el partido y, posiblemente, la recta final del campeonato.

Se llevaban dos minutos del tiempo de descuento, cuando un jugador de cada equipo trata de despejar el balón y este sale mordido muy alto. Lo que nadie se esperaba es que al caer lo hiciera sobre el brazo de Mendi, señalando el colegiado inmediatamente el punto de penalti. Una pena máxima que cambio la historia del equipo vigués.