Hacía tiempo que no se veía una comunión tan directa e intensa entre los aficionados y la plantilla como la vivida ayer en El Molinón. La mayor movilización del celtismo de la temporada (superior incluso a la del derbi de Riazor) acabó en fiesta grande. Por el resultado que acerca aún más al Celta a Europa y por el modo de celebrarlo que ayer por la tarde llenó las redes sociales de imágenes y vídeos del festejo conjunto entre futbolistas y seguidores.

El millar de aficionados del Celta que se acercó a Gijón desde diferentes lugares coinciden en señalar que recuerdan pocos fines de semana como éste. Por el trato exquisito de los seguidores gijoneses, por el ambiente entre las diferentes peñas y por la respuesta que recibieron de los futbolistas, una vieja reivindicación de aquellos que acostumbran a desplazarse con el equipo. Tras el pitido final del partido los futbolistas acudieron a la esquina del Molinón donde estaban sus hinchas para lanzarles las camisetas y agradecerles el intenso apoyo que recibieron de su parte durante todo el encuentro. Pero no se quedaron ahí. Insistieron en sus cánticos y los futbolistas regresaron del vestuario. El estadio era para ellos solos porque los aficionados locales ya no estaban. Fue el momento de la fiesta grande. De las fotos en el césped, de los bailes y los cánticos. Una vez más el principal protagonista fue John Guidetti, entregado a los aficionados de manera absoluta. Él fue quien pidió un momento de silencio para arrancarse con el himno del Celta y ser seguido por el resto de los aficionados. Sus compañeros se fotografiaban en esos instantes, pero él estaba más preocupado de sentirse parte de aquella gente que coreaba su nombre.