En la NBA, tierra de gigantes, el mayor coloso es el que jamás pisó sus canchas. Yasatuka Okayama protagoniza un relato de ocasiones perdidas. El único japonés seleccionado en un draft no se atrevió a dar el paso. Estados Unidos ha quedado en su memoria como el territorio brumoso de lo que pudo ser. Aunque también en tierras americanas realizó un descubrimiento que salvó su vida.

Okayama nació en Tamana, prefectura de Kumamoto, en 1954. Llamativo siempre por su talla, aunque no tan descomunal al principio en la comparación, se encaminó hacia el judo. En el instituto coincidió con Yasuhiro Yamashita, que acabaría ganando la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de los Ángeles de 1984. El judo le enseñó a perder el miedo al contacto físico. El propio Okayama reconoce la influencia de ese arte marcial en su juego.

Aunque le llovían ofertas de universidades japonesas para aprovecharlo en el tatami, Okayama decidió aceptar una oferta de la Universidad de Portland en 1975 para participar en su programa de baloncesto. El entrenador, Jack Avina, creyó que poseía buen material con el que trabajar. Dedicaron el primer año solo a entrenarse. En el segundo Avina planeaba que debutase en el equipo de la División I de la NCAA. Jamás sucedió. El japonés había llegado a Oregón a los 20 años midiendo 208 centímetros. Al concluir el año había crecido más, a una edad en la que ya no debería, aparte de aumentar su peso de 120 a 130 kilos. Los médicos, en una revisión, descubrieron que sufría gigantismo. Un tumor en su glándula pituitaria provocaba ese crecimiento anormal.

Okayama, a quien nadie había hablado nunca de esa dolencia, regresó a su país y se sometió a tratamiento. "Si hubiese seguido practicando judo, mi peso se habría seguido incrementando. En Japón no teníamos ni preparadores físicos ni un buen servicio médico. No hubieran descubierto mi gigantismo y probablemente hubiera muerto", declaraba hace algunos meses a The Japan Times.

Su cuerpo al fin dejó de expandirse en una estatura de la que existen diferentes versiones. Siete pies y ocho pulgadas según algunas fuentes, 237 centímetros en la conversión. Otros hablan de 233. Más alto, en todo caso, que Manute Bol y George Muresan, los jugadores más altos en la historia de la NBA con 231 centímetros -la liga mide a los jugadores calzados-.

Okayama pudo haberlos destronado. Tras graduarse se había volcado en el baloncesto, enrolándose en el equipo de la metalurgia Sumitomo, en la liga nipona de empresas. Desde 1979 era además internacional con su selección. Una gran camada, que se quedó al borde de disputar los Juegos. El boicot a Moscú en 1980 frustró sus esperanzas antes incluso de que China los derrotase en la final del Campeonato de Asia.

Al fin, un día de junio de 1981, sonó su teléfono y un periodista le reveló que acababa de ser seleccionado en el draft de la NBA. Los Golden State Warriors lo habían elegido en la décima posición de la octava ronda, cuando el proceso de reclutamiento todavía era un recitado interminable de nombres. Okayama ni siquiera sabía que existía esa posibilidad ni acertaba a explicarse cómo su nombre había aparecido. A posteriori ha concluido que Pete Newell, asesor de los Warriors y a la vez miembro del cuerpo técnico de la selección japonesa, debía haber influido con sus informes.

A comienzos de los ochenta la NBA era un mundo misterioso, casi mítico en Japón, donde no se retransmitían partidos. Viajar al campus de verano de los Warriors se antojaba una aventura temeraria, que podía comprometer su futuro con el equipo de Sumitomo y el combinado nacional. La dirección de la metalurgia le aconsejó que renunciase. Entre todos decidieron rechazar una propuesta que hoy sería celebrada por su impacto comercial. "Probablemente no me hubieran incluido en la plantilla final. Solo unos pocos jugadores lo conseguían", acepta Okayama. "Pero si fuese hoy la empresa me habría dicho que fuese. Y yo habría aceptado. Hubiera sido una experiencia que relatar a las generaciones jóvenes".

El pívot disfrutó de una carrera prestigiosa en su país. Conquistó la liga y fue elegido MVP en 1983. Se mantuvo en la selección hasta 1986. En 1996 se retiró y pasó a los despachos de la metalurgia. Hace cinco años fue contratado como ejecutivo de una fábrica de placas de suelo. En 1990 volvió a Estados Unidos, a la Universidad de Western Michigan, a un curso de entrenadores. Disfruta de una vida plena y es una figura reconocida en Japón. Habla de aquellas encrucijadas de su juventud sin amargura. Pero en ocasiones no puede dejar de lamentar los caminos que no escogió o se le cerraron: el primer japonés en disputar la NCAA, el primero en la NBA, el más alto en la historia de la liga profesional estadounidense, quizás también olímpico si el boicot no los hubiera desconsolado. Se resigna: "En los registros solo quedó lo del draft. Es así como fue".