Kobe Bryant se apaga. Ni siquiera el competidor más furioso que el baloncesto ha conocido en el siglo XXI puede resistirse a la dictadura de su cuerpo. En realidad, es ya un milagro que siga en cancha. Aquel chasquido en su tendón de Aquiles, el 12 de abril de 2013, modificó el guión previsto. Kobe convive hoy con mil pequeñas molestias. A Byron Scott le pidió: "Puede ser mi último año. Me gustaría jugar cada partido". Son ya varios los que se ha perdido. Promete irse, sin embargo, igual que ha vivido: amado y odiado, siempre protagonista, lanzando un último tiro imposible. Aunque sea a riesgo de que, como le sucede últimamente con frecuencia, el balón ni toque el aro.

"Estoy jugando como la mierda. Soy el 200º mejor jugador de la liga. Apesto", ha declarado. Con su acidez volcada hacia sí mismo, esta vez incluso generoso con sus compañeros: "Me están dando buenos pases". Kobe se exige el máximo. Quiere liderar a estos jóvenes Lakers de vuelta al play off. Y no es capaz.

La franquicia realizó una apuesta arriesgada. En 2013 renovó por dos temporadas a un Bryant convaleciente por 45 millones de dólares, limitando así la maniobrabilidad financiera para reconstruir su proyecto. Jim Buss, el vicepresidente de operaciones, sigue defendiendo aquella decisión: "¿Cuánto nos ha dado en los últimos 20 años? Si renovarlo no es lo que se supone que debía hacer, entonces no tengo ni idea de cómo va la vida".

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Buss no solo complació a Bryant por fidelidad. El escolta sigue siendo su mejor producto. Sin él las audiencias de los Lakers caen hasta un 40 por ciento. Solo Lebron y Curry venden más camisetas. En Estados Unidos el respeto reverencial hacia los mitos se traduce en dividendos. Jordan ganó en 2014 cien millones, más que cualquier otro deportista retirado o en activo.

Kobe pudo mostrarse más generoso. Sus críticos esgrimen la comparación con Duncan. El pívot priorizó la competitividad de los Spurs. En 2012 se redujo el sueldo de 21 a 9,6 millones de dólares. Bryant es hoy el mejor pagado de la NBA, con 25 millones (el segundo es Joe Johnson, con 24,6, en uno de esos absurdos del sistema). Duncan es el sexto en la plantilla de los Spurs, con 5,2, por detrás de Aldrigde, Leonard, Parker, Green y Diaw. Duncan, que ha adaptado sus prestaciones a sus posibilidades físicas y las necesidades colectivas, es el que tiene opciones de conquistar el sexto anillo que ambos necesitan para igualar a Jordan.

Es la comparación inevitable. También Jordan redujo sus números en la segunda de sus dos campañas con los Wizards. Él no había sufrido una grave lesión, pero había estado tres años retirado. Como Magic en sus estertores con los Lakers, cuatro años de ausencia en su caso desde que le diagnosticaron que sufría SIDA. Larry Bird, lastrado por la espalda, fue el que más ajustó su despedida a su carrera. Los tres, no obstante, se mantuvieron en notables niveles de acierto. Sabían dosificarse. Escogían cuándo irrumpir en los encuentros. Kobe sigue lanzando 16 veces por partido.

También en esa terquedad reside en cierto modo su grandeza. La generación de 2003, tan repleta de anotadores compulsivos, así conoció y ama a Kobe. "Es el mejor jugador de nuestra era", sostiene Wade, el que más se le parece y quizás su heredero si el de Miami Heat no hubiese iniciado de forma prematura su calvario de lesiones. Carmelo le susurró a Kobe palabras cariñosas tras, quizás, su última visita al Madison.

Es el gran interrogante. Él mantiene la incógnita. "Si me preguntasen hoy, éste sería mi último año, pero nunca sabes", respondía recientemente. Admite no sentirse preparado. "Otros jugadores que ya han pasado por esto me han dicho: 'Kobe, cuando llegue el momento, lo sabrás'".

Sea o no el último capítulo, todo su relato se escribirá en púrpura y oro. En otras épocas amenazó con cambiar de aires. En su última renovación anunció: "Laker de por vida". Cabría la posibilidad de ilusionarlo. Lebron, que puede declararse agente libre en verano, ha desatado las especulaciones al adquirir una casa en los Ángeles.

Cuesta imaginarse a Kobe cómodo en un papel secundario. Incluso en el Dream Team reclamó su jerarquía. Río dibuja otro final ideal. Ya que no el sexto anillo, sí el tercer título olímpico. Jerry Colangelo, máximo responsable del USA Team, lo admite. Aunque avisa que no le regalarán la plaza: "Va a tener mucha competencia". Justo el alimento que Kobe prefiere.