Partido mal dirigido por Clos Gómez. El árbitro aragonés no tuvo errores de bulto ni se enfrentó a jugadas confusas en las áreas. El Celta, sin embargo, le reprochó lo que entendió como criterio discriminatorio en la gestión de las tarjetas. El minuto 57 marca el alboroto. Una falta de Pablo Hernández concluye con cuatro amarillas a los celestes. Entre ellas, la segunda de Cabral. La reacción posterior del central, registrada en el acta, le acarreará una sanción cuyo alcance varía según las opiniones.

Ya Cabral había considerado exagerada su primera tarjeta amarilla, que vio en el minuto 37 por una carga tardía sobre Marcelo. En el 57, Tucu interrumpió el avance de Sergio Ramos a la altura de la medular agarrándolo. Cabral protestó. Se deduce que no tanto esa cartulina a su compañero como el agravio comparativo, al haberle perdonado otra a Marcelo poco antes. Clos Gómez no habla en ningún caso de palabras desaforadas de Cabral. Le saca la segunda amarilla por "llegar hasta mi posición gritando y gesticulando con los brazos en alto, desaprobando una de mis decisiones", escribe. Un relato que se antoja exagerado, si bien Clos, como todos los árbitros, emplea fórmulas preestablecidas para asegurar la validez del acta. El ademán de Cabral es más comedido. Clos, que aún tenía en la mano la tarjeta amarilla por habérsela enseñado a Hernández, levanta el brazo como impulsado por un resorte, sin reflexión. Actúa de forma impulsiva. Administra mal su potestad disciplinaria. Pierde el control.

A partir de ahí, instantes de desorden. Los jugadores del Celta lo rodean. Aspas es amonestado por lo mismo que Cabral. Augusto, por "formular observaciones de orden técnico". Orellana y Aspas, todavía furiosos, se salvan de alguna cartulina en la fase posterior. No Nolito. Clos repite la descripción: "Por levantar los brazos en señal de disconformidad con una de mis decisiones".

"El árbitro se protegió marcando territorio amonestando. Y no me quejo si cuando se arrima el rival también hace lo mismo", argumentará Berizzo. Ese sentimiento de discriminación late en los célticos; la sospecha de que un jugador del Real Madrid no habría sido expulsado por una protesta de tan bajo calado. "Estaba sacando amarillas a todos. Y notamos que no se mide igual para un lado que para el otro. Eso nos molesta muchísimo", confirma Hernández. En el balance global, seis amarillas a los célticos y una (Lucas Vázquez) a los madridistas.

El balance inmediato es que Augusto Fernández, al acumular cinco amarillas en el ciclo, y Cabral, por la expulsión, se perderán el partido contra la Real Sociedad. Pero a Cabral le aguarda un castigo mayor.

El central se irritó cuando se supo expulsado y se encaró con Clos Gómez. Este escribe en el acta sobre el argentino: "En el minuto 58, tras ser expulsado,prosiguió en sus protestas, teniendo que ser apartado por sus compañeros. En esos mismos instantes se dirigió a mí en los siguientes términos: "¡Cagón de mierda!"".

Corresponde ahora al Comité de Competición evaluar lo que el árbitro denuncia. Si catalogan la frase de Cabral como desconsideración o menosprecio, aplicarán el artículo 137.2, en su párrafo c: de uno a tres partidos; si es insulto, ese mismo artículo en su pena de tres encuentros; si consideran que Cabral ofendió a Clos de forma grave y aplican el 137.3 en su párrafo a, serán de cuatro a doce. A lo que sea se le sumará siempre el partido de suspensión por la doble amarilla. Algunos expertos en materia arbitral discrepan. En "Tiempo de Juego", por ejemplo, Pedro Martín anuncia cinco partidos en total para Cabral; para Isaac Fouto serán menos. El martes se sabrá.