Eusebio Sacristán, un lustro después de su etapa como técnico, sigue presente en el Celta: en sus constantes apariciones por Vigo, en los canteranos que apadrinó y ahora en los principales responsables del vivero de A Madroa: el coordinador, Carlos Hugo Bayón, ayudante eterno suyo, y el entrenador del filial, Javier Torres Gómez, amigo y socio. "Los dos están muy ilusionados por trabajar en un club que da tanta importancia a la cantera", confirma Eusebio, que pasa el fin de semana en la ciudad junto a su hija pequeña.

Eusebio, Use en el cariño de los suyos, se reencuentra con sus paisajes y sus íntimos. A los oriundos, como Juan Carlos Andrés y Arturo Malingre, se han unido ahora como residentes Bayón y Torres. "Carlos tenía muy buenos recuerdos de nuestra etapa común en el Celta. Había dejado aquí grandes amistades. Estoy muy contento por él", proclama el exjugador. Con Torres comparte la propiedad de una bodega en Toro y una fundación en Valladolid de ayuda infantil.

La vuelta de Bayón y Aspas ha despertado la memoria de muchos en el celtismo. Porque el instante fundacional de Iago es esa voz de Eusebio reclamándolo para salir ante el Alavés y salvar a la escuadra del descenso a Segunda B, quizás la desaparición. "Su fichaje es una gran noticia", celebra Eusebio. "Iago es el máximo exponente de todo el trabajo de la cantera. Ha alcanzado cuotas muy importantes. Ahora le falta cuajar un año completo en este momento de madurez para explotar al máximo sus condiciones".

Han sido días de reivindicar que Eusebio plantó la semilla del Celta actual en media de la tormenta, cuando el proceso concursal. "Cada vez que vuelvo, desde el primer momento, he notado el cariño de la gente. Con la perspectiva del tiempo se aprecia mejor la profundidad de aquella apuesta por la cantera, en momentos difíciles, que fue también cuando se sentaron las bases del club actual, saneado".

Sostenía Sanchís, en estos días que el exmadridista pasa en Gondomar, que el Celta vigente también surge a nivel estilístico de Eusebio, lo que este analiza: "Aquí tuve mi primera experiencia como entrenador. Provengo de la escuela de Cruyff. Ya como ayudante de Rijkaard habíamos reintroducido esa línea en el Barcelona. Yo quise implantar el 4-3-3, el juego ofensivo, la línea adelantada, tener el control del partido... Era mi propuesta, con las dificultades lógicas. Pero sí se apostó por un trabajo y una metodología. Donde se pudo desarrollar mejor fue en la Copa del Rey, sin las exigencias de la Liga, con más libertad y gente joven, técnicamente muy buena", indica, recordando aquella edición de 2009-2010, en la que al Celta más humilde solo lo pudo frenar de forma apurada el Atlético. La primera de las flores de Eusebio aperitivo de las que después, ya sin él, habrían de germinar.