Borja Oubiña completa el ciclo y regresa al inicio. Aquel niño hincha del Celta, que aterrizó en el club siendo cadete, pone fin a su carrera profesional a los 33 años. "Paso al otro lado", asegura, señalando hacia las gradas vacías de Balaídos, "al lado de los aficionados, a estar ahí arriba". Escribe este epílogo con sensación agridulce. "Cumplí el sueño de ser futbolista en el club de mi ciudad", se inflama, pero también se agrieta, al pensar en cómo le han pesado las lesiones: "Me voy dolido porque no he sido el jugador que imaginé que iba a ser". Oubiña confirma que su idea es seguir trabajando en el club.

La rueda de prensa del adiós se desarrolla sobre el césped de Balaídos, en el centro del campo, "que tantas veces ocupó Oubiña", explica el presidente, Carlos Mouriño. A espalda de ambos, jugadores, cuerpo técnico y médico, consejeros, ejecutivos y Manolo, abriéndole a Oubiña las puertas de la memoria, ese espacio que el Gran Capitán habita desde su retirada en 1982.

Oubiña no ha podido tener una carrera tan larga como Manolo. Siendo adolescente superó la rotura del ligamento cruzado de la rodilla derecha. El cruzado de la izquierda tuvo peor cura. Se lo rompió el 22 de septiembre de 2007, en su debut como titular con el Birmingham City, en un mal choque con Kuyt en Anfield. Después, infecciones, intervenciones quirúrgicas... Un calvario al que sobrevivió, contra pronóstico. Oubiña fue protagonista en el ascenso con Herrera y en los dos ejercicios posteriores. Le faltaba una última estación en su vía crucis. En julio de 2014 reaparecieron las molestias y el diagnóstico fatal: tanto ajetreo había acelerado el desgaste del cartílago. Ni siquiera un tratamiento experimental con células madre lo ha remediado. Fue un día de febrero, trabajando con el recuperador Pedro, cuando asumió la realidad en un instante que narra: "Me doy cuenta de que es pegarse cabezazos contra una pared. No voy a derribar ese muro. Se lo hice saber al club".

La situación se gestionó con discreción, sin anuncios públicos. La retirada de Oubiña fue calando como llovizna en el entorno, de forma natural, dándose por sentada hasta que al fin Mouriño deslizó que era una de las bajas seguras de cara a la próxima campaña. Y ya con todo al descubierto se ha podido organizar el acto de ayer y los que tendrán lugar hoy. El Celta convoca al celtismo en Balaídos a las 18.15 horas, un cuarto de hora antes de que se inicie el encuentro contra el Espanyol. Oubiña, que tiene fama de introvertido, de temple gélido, explica al respecto: "Con 15 años me rompí la rodilla y el carácter se te hace más duro. Por eso a veces parece que no sea tan expresivo. Pero las emociones se llevan igual por dentro. Intentaré estar tranquilo y disfrutar del momento. Y le agradeceré a los aficionados su respeto, porque han sido justos conmigo".

Mouriño ha abierto la rueda de prensa compendiándole las virtudes a Oubiña, que "no necesitaba correr para cortar un pase, ya tenía él la colocación justa; no necesitaba regatear para romper la primera línea de presión, bastaba con un toque sutil". Un jugador "con talento", pero que destaca más incluso por su "abnegación, sacrificio, esfuerzo". Y por sobre todo elogia Mouriño "su labor en el vestuario, diciéndole a los compañeros que lo primero era el equipo y arropando a los canteranos, con los que era paternalista. Ejerció de gran capitán, como Manolo, y siempre será un gran capitán; magnífica persona, magnífico amigo y magnífico celtista".

Oubiña agradece esas palabras con una sonrisa serena, aunque abrumado en realidad. "No logro pensar si merezco actos de este tipo. No lo esperaba ni pretendía". Prosigue, por si quedase alguna duda: "Hoy acaba una etapa, mi etapa como futbolista profesional. Ni el final ni parte del trayecto han sido como me hubiera gustado".

Agradecimientos

El breve discurso que ha preparado es una lista de agradecimientos: "A toda la gente que me ha ayudado a cumplir un sueño, ser futbolista en el club de mi ciudad; a la directiva y el presidente, por su paciencia; a la plantilla, que me ha hecho sentir especial; al cuerpo técnico, me hubiera gustado que me hubiesen entrenado con 25 años porque hubiese disfrutado de esta forma tan valiente de jugar; al cuerpo médico, al que he dado tantos quebraderos de cabeza, han intentado recomponer piezas cuando no se podía; a mi familia, para entenderme a mí hay que conocerlos a ellos; a la afición, que ha hecho especial este viaje".

En los videomarcadores se proyectan imágenes de Oubiña. Suena una balada de Scorpions. Abierto entonces a preguntas, confirma que su futuro profesional inmediato pasa, en principio, por integrarse en la estructura institucional del Celta, aunque advierte: "Mi idea es permanecer aquí siempre y cuando sea útil. Estar por estar tampoco vale. Lo normal es que siga mi vida a través del club, formándome e intentando ayudar a que el Celta sea cada día mejor". El papel exacto está por definir: "En unos días lo veremos".

Es el momento de un rápido repaso a dos décadas en celeste: "El Celta es una forma de vivir, un estilo de vida. Hay unos valores fundamentales en el deporte y en casa Celta de los que me he empapado. Para entenderme como persona hay que conocer a mi familia, pero también al Celta. Nunca hubiese sido el futbolista que fui y la persona que trato de ser sin esa globalidad. El Celta es y espero que siga siendo parte fundamental para entender mi vida".

No niega Oubiña esa amargura provocada por las lesiones. "Me voy dolido porque no he sido el jugador que yo imaginé que iba a ser o quise ser. No digo al principio de mi carrera. El pensamiento de la gente que estaba en el B entonces no era llegar al primer equipo sino buscar una cesión. Una vez me veo dentro del fútbol profesional, imagino otra carrera. Y no me refiero a trayectoria o hacer carrera en otros sitios, sino al nivel como futbolista que alcanzas. Ahí me he quedado corto. Es la sensación que tengo. Eso me duele mucho. Son muchos entrenamientos que me he perdido, muchos años que me he perdido. Dejar de entrenar significa dejar de mejorar". A esta reflexión le añade gotas de edulcorante: "He vivido situaciones difíciles, pero es parte de esto. Creo que he respetado la esencia del deporte, que es superarse todos los días a uno mismo. Son cosas que me quedan para la vida".