Luis Enrique está más emplazado que el rey de Castilla Fernando IV. A éste le tuvo que defender su madre doña María de Molina. A Luis Enrique llegará en día en que ni siquiera Josep María Bartomeu le salve de los muchos ataques que va a padecer. Sobre todo, porque el entrenador se está ganando enemigos en el campo y fuera del mismo. El equipo no sólo obtiene resultados deficientes, sino que, además, no se sabe a qué juega. Luis Enrique predica que un equipo de fútbol ha de estar constantemente en continuos cambios. Ello no sólo lo afirma, sino que lo magnifica con constantes variaciones en las alineaciones. Está enterrando las glorias del mejor Barça de la historia y lo pagará caro. El turrón aún se lo comerá en el Camp Nou, pero al paso que va es muy posible que no baile la "Tarara" durante los días de Pascua.

Los resultados barcelonistas no son hechos aislados. Empatar en Getafe significa que se queda ya a cuatro puntos del Madrid. Ser segundo y encima no practicar un juego que pueda compensar estéticamente es correr graves riesgos. Hace años que Madrid y Barça juegan para ellos aunque enfrente esté otro adversario.

Es comprensible que los seguidores azulgrana se sientan deprimidos. No es fácil digerir una etapa tan frustrante cuando recientemente se ha vivido en lo alto de varios podios. Iker Casillas, a preguntas de un informador sobre su pronóstico en la Liga de Campeones, citó como adversarios a Bayern Munich y Atlético de Madrid. Sonó extraño que hubiera tal olvido. Los datos son convincentes, El Barça no tiene el sexo para farolillos.

El Madrid es más líder y si los pronósticos no fallan ganará el Mundialito de Clubes, torneo en que tenemos puestas muchas complacencias el Papa Francisco y quienes hemos admirado al San Lorenzo de Almagro cada vez que ha pasado por España y ha traído recuerdos de viejos héroes como Zubieta, Lángara, máximo goleador también en Argentina, Iraragorri y Emilín Alonso, miembros del exilio. En Mestalla se pudo gozar la la magnificencia del juego de Sanfilippo, jugador en una de aquellas excursiones que se ganó el "Ciclón" club de "los Santos" y "Los Cuervos" tras su exhibición de la gira de 1947.

Más recientemente, arribaron los atléticos Heredia y Ayala llegados de la mano de Víctor Martínez, secretario técnico del Atlético de Madrid (por poco más de once millones de pesetas) desde el viejo Gasómetro bonaerense al que acudía a pie el obispo que, socio del club, no soñaba con llegar a presidente y lo eligieron Papa.

El Madrid está eufórico porque llena la boca de comentaristas y páginas en los diarios. El fútbol que se ha convertido en una especie de página económica. Es como el Ibex35, con tanto dato de efemérides y records goleadores tiene al Madrid presto a seducir con sus nuevas marcas. El Barça, por el contrario se ha quedado con las celebraciones de Lionel Messi. Ha superado a Telmo Zarra y ya está por encima de todos en Liga de Campeones. Incluso ha merecido la acotación de que no sólo ha superado al intocable Raúl en el número de tantos, sino también en el porcentaje de los mismos. Raúl ha sido durante varios años el recordman relativo. Se tardó en reconocer que Villa necesitaba menos partidos para superar sus dianas y lo mismo ha ocurrido con Messí.

A Luis Enrique le están sacando lo colores con Ancelotti, que ha mejorado lo conseguido por Rikjaard en lo relativo a las victorias consecutivas. Ello ha aumentado el daño. El entrenador barcelonista ha llegado en el tiempo en que ni siquiera existe la posibilidad de contratar nuevos jugadores. Andoni Zubizarreta es otro que está en la picota. El fichaje de Vermaelen ha sumado a su considerada deficiente función. Y de la del lateral Douglas, es preferible no comentar.

Los medios barcelonistas y las voces de los socios no entienden los cambios a que recurre el míster cada semana. Sorprende que casi anunciara la defunción de Xavi y ahora recurra a él para salvar los muebles. A Rakitic, el fichaje para el centro del campo, lo ningunea. A Luis Suárez no le ha sabido encontrar el hueco adecuado para que muestre sus facultades. El ganador de la Bota de Oro en Inglaterra no se ha estrenado en la Liga española.

El equipo se resiente en todas sus líneas. Al errático caminar del entrenador tal vez habría que tomar en consideración la situación deportiva real de algunos de sus futbolistas. Busquets pierde más balones en media hora que antes en media Liga, Iniesta, aunque tiene la coartada de que ha estado lesionado, se parece poco al triunfador de Johanesburgo. Tiene a su favor quien le escriba y le hable y sobre todo, se le recuerda por el gol mundialista y, aunque es canterano barcelonista, no ha dejado de ser manchego y ello, políticamente, cuenta a su favor.

Dabi Alves se enreda más de la cuenta, Piqué no está para grandes empresas, Pedro ha perdido presencia y de la caída general del conjunto se salva Masherano, jugador que acude a todo incendio con la manguera preparada.

El fichaje de Neymar no ha terminado de llevar la felicidad al Camp Nou. Creo que fue Dunga quien dijo que su fútbol no sería tan importante cono en Brasil y así parece. Neymar sufre muchas faltas y hay momentos en que está más en el suelo que de pie. No obstante, su participación en el juego nunca acaba de ser plenamente satisfactoria. Hay ocasiones en que recuerda al Robinho, fichaje pretendidamente deslumbrante del Real Madrid, al que se acabó llamado el triatleta porque "corre, hace bicicletas y después, nada".

Neymar no justifica la cantidad de millones que ha costado y los problemas que su contrato ha creado desde el punto de vista legal. Judicialmente, es menos complicado el problema de los salarios de Messi al que tras la instrucción de un juzgado de Gavá, presumiblemente, le aguardará un penal de Vilanova y la Geltrú.

La gran incógnita, sin embargo, continúa siendo Messi. Acude al salvamento del equipo en muchos partidos, pero su irregularidad es desde la pasada campaña muy notable. En Getafe, por ejemplo, no halló la portería. El Barça depende fundamentalmente del argentino y cuando éste no ilumina al conjunto hay demasiadas sombras.

Luis Enrique lucha contra los fantasmas de su cerebro y con las deficiencias de su equipo. Pero él será culpable fundamental y quien pagará las costas del pleito.