El prejuicio de que el soccer es un deporte minoritario en Estados Unidos sigue estando muy extendido entre las hinchadas europeas. Sin embargo, una sola imagen acaba con él: el recibimiento que dieron los aficionados del Seattle Sounders al que era su nuevo atacante, Clint Dempsey. El mismo hombre que la madrugada del martes se coló en las portadas de los periódicos al marcar el quinto gol más rápido de la historia de los mundiales, a los 29 segundos, contribuyendo así a doblegar a Ghana, es una estrella en su país. Y lo es sobre todo después de regresar a la MLS con 30 años y todavía un contrato en vigor con el Tottenham londinense.

A su llegada a la ciudad del noroeste estadounidense se desató la locura. No ocultó que su regreso se enmarca en un fuerte cambio en el fútbol norteamericano. Sus clubes ya no buscan solo a estrellas a punto de retirarse, sino que incorporan a otros jugadores de un nivel alto y todavía con recorrido. A Seattle llegó también Obafemi Martins hace poco más de un año y cuando era titular en el Levante. "He decidido venir en el mejor momento de mi carrera", apuntaba Dempsey ante los micrófonos. Esta expectación no fue algo casual. El Seattle Sounders es el equipo que promedia una mayor asistencia en toda la liga estadounidense y las imágenes que presentan las gradas durante los derbis con el Portland Timbers dejan en evidencia al cemento que se puede observar en las gradas de muchas de las ligas de cierto nivel en Europa (véase Italia o Portugal, por ejemplo). En la ciudad más poblada del estado de Washington los jóvenes suspiran por un deporte que asocian con la cultura europea, frente a los menos distinguidos deportes tipicamente americanos.

Cuando Dempsey abrió el marcador frente a Ghana, seguro que miles de personas lo celebraron con especial júbilo en Seattle, conscientes o no de que su estrella es el jugador mejor pagado de la historia de la MLS, y entre su sueldo y su fichaje se habla de cifras que rondan los 30 millones de euros. Sin embargo, el tejano está llamado a ser uno de los referentes en la física selección estadounidense dirigida por Jurgen Klinsmann. Tanto él como nombres de la talla de Altidore, Bradley o el portero del Everton Tim Howard tienen la responsabilidad de superar el que posiblemente sea el grupo más duro de esta Copa del Mundo y poner una sonrisa en los ciudadanos de una nación que comienza a sentir esa enfermedad por el fútbol tan propia de Europa y Sudamérica. Son estos hombres los que deben tirar del carro en un combinado en el que el patriotismo no se discute. Deben recoger los galones que quedaron sin dueño después de que Klinsmann dejase sin billete a Brasil a Landon Donovan, posiblemente el mejor jugador yanqui de la historia.

Su primer encuentro mundialista deja claro el por qué de la decisión del técnico alemán. Apuesta por un fútbol muy físico, en el que sus jugadores agobien a los rivales. Esto requiere de un esfuerzo enorme y de futbolistas totalmente comprometidos con la causa. Aunque esa apuesta casi le cuesta cara ante un equipo africano al que el físico no le falta y al que no le quema el balón en los pies, lo cierto es que la primera prueba de fuego fue positiva para Estados Unidos. El divismo de Donovan y su bajo estado físico no le sirven a Klinsmann. Tendrá que hacer un buen Mundial para justificar esta decisión cuando finalice el campeonato.

Clint Dempsey fue adelantando su posición en el campo en los últimos años y suele caer a la banda izquierda. Entre sus puntos fuertes siempre estuvieron sus pases de gol y no tiene mal disparo desde larga distancia. Empezó su carrera profesional en 2004, tras jugar en las ligas universitarias. Fue elegido en el draft por una de las franquicias más lustrosas del país, los New England Revolution. Su integración en el primer equipo no fue fácil por culpa de las lesiones. De todas formas anotó 7 goles en su primera temporada. A la tercera, este segundo punta o centrocampista de ataque ya firmaba 25 tantos en la liga de su país. El Fulham londinense no lo dudó y en diciembre de 2006 rompió récords en lo que a un estadounidense se refiere, pagando 4 millones de dólares por hacerse con sus servicios.

Fue en Craven Cottage en donde dio su mejor nivel en su aventura europea. Pocos días tardó en dejar su huella, marcando el único tanto en una victoria contra el Liverpool. Aunque no fue hasta 2010 cuando explotó como goleador, con dos magníficos años que le valieron para mudarse de barrio y jugar en el norte de la capital británica, en el clásico Tottenham. En el verano de 2012 el Tottenham pagó 6 millones de libras por él. Pero no triunfó como se esperaba, y tras una breve cesión de nuevo al Fulham regresó a la liga de su país, en donde dejó un buen sabor de boca en sus primeros encuentros.

Con más de un centenar de internacionalidades y rozando los 40 goles para el combinado de las barras y estrellas, Dempsey debe cargar con la responsabilidad de tirar de su selección en los más que complicados partidos ante una Portugal herida y frente a la poderosa y candidata a todo Alemania, la selección que coronó a nivel mundial al propio Klinsmann. Tres galardones como el mejor futbolista de Estados Unidos (2007, 2011 y 2012) dejan claro que su compromiso con su selección debe ser superior al que demuestren el resto de sus compañeros.