La bola de Del Potro voló fuera de la pista y Rafa Nadal se dejaba caer sobre el cemento de Indian Wells. Podría parecer un gesto exagerado del balear, pues su victoria no dejaba de ser la tercera que lograba en el desierto californiano tras las de 2007 y 2009. Ni siquiera el hecho de sumar ya 53 títulos, ni despegarse una vez más de Federer como el jugador con más Master 1.000 en su palmarés (22), ni el llegar a las 600 victorias en el circuito, ni el conseguir su primera corona en cemento tras 29 meses o el haber recuperado la cuarta plaza del ranking mundial justificarían tal expresión de júbilo, de felicidad inmensa. Hasta su sonrisa, franca, contagiosa, recordaba la de aquel chaval de 19 años que remontaba un set al argentino Mariano Puerta para conquistar en 2005 su primer Roland Garros...

Para Rafa los números eran lo de menos. A quien de verdad había ganado no era a Juan Martín del Potro sino a los fantasmas que siempre aparecen tras una larga lesión. Siete meses estuvo sin jugar por culpa de una rotura parcial en el tendón rotuliano y del llamado "síndrome de Hoffa" que le produce una inflamación crónica en su rodilla izquierda, pero su regreso a las pistas no ha podido ser más espectacular, más grandioso. Cuatro torneos ha disputado desde su debut el 6 de febrero y en los cuatro alcanzó la final. Perdió la primera, en Viña del Mar, ante el argentino Zeballos, pero con cada partido su rodilla se fortalecía; su muñeca recuperaba el toque; su cabeza, la confianza. En Sao Paulo ganó la final a otro argentino, Nalbaldian, y en Acapulco lo hacía ante David Ferrer. Ayer, en la madrugada española, era el propio Ferrer el primero en mandarle por Twitter su felicitación casi sin haberle dado tiempo a levantarse del cemento californiano tras superar 4-6, 6-3 y 6-4 a Del Potro. "Eres el más grande". El mejor Nadal está de vuelta.

"Lo importante no es el trofeo, sino el camino recorrido". El propio Rafa justificaba tras la entrega de trofeos su reacción de alegría. El camino ha sido duro, probablemente incluso más en lo mental que en lo físico, pero ha salido del túnel y lo ha hecho llenando de luz el presente y el futuro. Ganó a Del Potro un partido tiovivo, que de inicio parecía iba a ser un paseo para el mallorquín (dominaba 3-0 y 15-40 sobre el servicio del argentino); que con el 4-6 y 1-3 en contra parecía definitivamente inclinado a favor de los golpes planos del gigante de Tandil y que acabó decidiéndose por los liftados de un Nadal que se apuntó once de los últimos quince juegos que se disputaron.