El Academia Octavio soñó durante varios minutos con dar la campanada ante el Atlético de Madrid, pero al final se impuso la lógica y el cuadro colchonero se hizo con la victoria, pero con más dificultades de las esperadas ante la enérgica respuesta del conjunto rojillo.

Los aficionados que acudieron ayer tarde al pabellón de As Travesas disfrutaron en los primeros minutos de encuentro con el juego desarrollado por ambos conjuntos. La ausencia de tensión defensiva hizo que en esos primeros minutos el marcador se moviera a una gran velocidad, siempre con alternativas en el marcador.

El conjunto académico sabía que para vender a la escuadra madrileña tenía que hacer un esfuerzo extra en defensa y mostrarse acertado en ataque para llegar con opciones al final del encuentro. El Atlético de Madrid, por su parte, conseguía causarle problemas en defensa a los vigueses, aunque en el último instante no era capaz de frenar los lanzamientos académicos, lo que le permitía seguir con el marcador apretado y alimentando el sueño de llegar al final del encuentro con el marcador apretado.

El sueño aumentó mediado el primer tiempo, cuando el Academia Octavio consiguió tres goles de ventaja, 12-9. Eran los mejores minutos de los vigueses, que recibían el aliento desde la grada. Sin embargo el sueño duró muy poco.

El Atlético de Madrid comenzó a apretar en defensa, provocando que los vigueses perdieran numerosos balones. Esas pérdidas les permitieron a los madrileños correr a la contra y comenzar a romper el partido. A cinco minutos para el final del partido, el Atlético de Madrid se ponía con dos goles de ventaja y, sobre todo, con la sensación de que tenían el encuentro controlado. Así, en los minutos siguientes las diferencias fueron aumentado hasta llegar a los cinco goles del descanso, 15-20. El sueño de los vigueses había durado veinticinco minutos, pero las diferencias entre plantillas comenzaron a marcarse.

A pesar del marcador adverso, los aficionados de As Travesas se lo pasaron en grande en los primeros minutos de segundo tiempo. Por un lado Chantada y por otro Dahl hicieron las delicias con sus paradas. Sus intervenciones fueron decisivas para que el marcador permaneciera inmóvil durante varios minutos y, a pesar de eso todo el mundo disfrutaba. Tampoco los jugadores querían quedarse atrás, metiendo balones interiores de forma inverosímil que levantaron a los aficionados de sus asientos.

El Atlético de Madrid, mientras tanto, ampliaba la ventaja a siete goles, 16-23, a los cinco minutos de la reanudación. Sin embargo el Academia Octavio no entregó el partido y eso le permitió mantenerse entre los cuatro y cinco goles, que le permitían albergar esperanzas de aprovechar cualquier descuido de los madrileños para volver a meterse en el partido.

Mediado el periodo, el equipo académico apretó en defensa, Chantada lo paraba casi todo y en un abrir y cerrar de ojos los vigueses se colocaban a dos goles, 25-27, con un Kallman que enmendaba los errores y las indecisiones de la primera parte y metía a los vigueses de nuevo en el partido con media parte todavía por disputarse.

Los dos equipos intensificaron el trabajo defensivo, de ahí que los ataques fueran más largos y las opciones de disparo mucho menores. Las diferencias no se movían de los tres goles, aunque lo peor para los vigueses era que el tiempo se acababa y no conseguían reducir esa diferencia adversa de tres goles, 27-30 a nueve minutos para el final del encuentro.

Un par de fallos en ataque del Academia Octavio le permitieron a los madrileños salir a la contra y ampliar la ventaja hasta los seis goles a cuatro minutos para la conclusión del encuentro. El encuentro estaba decantado y lo que no querían los académicos era que el Atlético se fuera en el marcador, por lo que no bajaron el ritmo procurando reducir la diferencia. Sin embargo, el Atlético de Madrid, con el marcador a favor y con poco tiempo para la conclusión del encuentro, comenzó a jugar relajado ofreciendo sus mejores minutos y certificando la victoria ante un conjunto vigués que peleó al máximo, pero que tuvo que rendirse ante la superioridad del rival.