-Vayamos al origen: ¿Por qué el balonmano?

-En mi barrio de Avilés pegaba fuerte. Empezó mi hermano Abel. Nos metió el mono.

-Avilés tiene tradición.

-Estaban el Avilesina y el Ensidesa, que era al que todos los hermanos pertenecíamos. Siempre hubo afición. Ahora se está perdiendo debido a la crisis.

-De Avilés a Vigo y alrededores no cambia su paisaje humano.

-Ambas ciudades dependen de la industria. La cosa está fastidiada. Me gusta el norte, su gente y cómo se vive. Por eso he hecho toda mi carrera en el norte.

-Ciertamente Valladolid es lo más meridional.

-Fue solo un año. Tuve mala suerte allí. A los dos meses rompí el brazo. Ya me volví al norte.

-Difícilmente aquel niño de Avilés se habría imaginado jugando al balonmano con 40 años.

-Ha sido un camino larguísimo. Pienso en los kilómetros que llevo encima. De todos los sitios me he llevado algo bueno. Incluso de Valladolid, aunque estuviese cinco meses parado.

-¿Fue la ocasión perdida?

-La oportunidad, con mayúsculas. Me rompí el brazo en el segundo partido de liga, cuando empezaba a coger el sistema de Pastor. Después ya fue imposible entrar. El equipo estaba ajustado de forma milimétrica.

-En una carrera de 23 años, el Frigoríficos sólo ocupa dos. Pero en Cangas se quedó a vivir.

-Por amor. Tengo muy buenos recuerdos de mi época en el Frigoríficos. Fue mi primer equipo fuera de Asturias. Y me trataron muy bien, aunque al final no se portasen correctamente. Jugué con el aductor roto. No se vio recompensado. Me echaron. Me gusta Cangas, mi novia es de allí y estoy cómodo.

-Aquel Gatañal era único.

-Pillé los primeros años en Asobal. Una hora antes del partido las gradas ya estaban llenas. Era increíble. Te ponía los pelos de punta. Los visitantes te decían que era especial. Eso lo echo de menos en As Travesas. A nuestros aficionados les cuesta empezar a animar. Pasa en muchos pabellones.

-Dice su presidente que la ciudad sólo valorará lo que significa el Octavio cuando desaparezca.

-¿Qué ponen en la tele? Fútbol y nada más. El fútbol le come oxígeno a todos los deportes.

-¿Sucede más ahora?

-Es mucho peor. Antes cualquier pabellón estaba lleno. Venía a As Travesas con 17 años y había unas entradas de la leche. Igual en el pabellón viejo de Cangas o el de Redondela. Estaban todos a reventar. Hoy en día eso no lo ves. Los deportes en los informativos son cinco minutos de carreras de conejos y así; y después, fútbol. Un machaque continúo. Es una pena que se pueda perder el balonmano en Vigo. Pero igual se pierde.

-Los jóvenes de la plantilla conocerán un balonmano peor.

-Los chavales lo tienen difícil. Los buenos de la Liga Asobal se van a Francia, a Alemania? La cosa está muy mal. Los más jóvenes tendrán la oportunidad de marcharse fuera. Pero a los que ya tienen entre 28 y 30 los matan.

-¿Los veteranos del Octavio hablan de esto con los jóvenes?

-Sobre todo con Cacheda, que es el que más suena. No queda más remedio. Todos los equipos están con deudas. Le intentas aconsejar. Le dices: van a quedar cuatro equipos en España; si no te llama ninguno, tendrás que irte a otro país. Él no es tonto. Ya lo ve. Todo el mundo se está yendo. Es lo que le quedará a él, a Chantada y a todos los que vengan detrás.

-¿Cómo convive con gente a la que dobla en edad?

-Intentas aconsejarlos. Hay cosas que no entienden. Igual los veteranos nos expresamos mal. A veces sacas la mala leche de viejo. Pero suelen escuchar. Cacheda escucha.

-¿Se ve reflejado en él,?

-Nunca fui tan rápido. Pero sí tira de su físico y yo le digo: tranquilo, que te quedan muchos años por delante, juega más con la cabeza. Va haciendo caso. Aunque con 20 años tampoco puedes pedirle la madurez de uno de 30.

-Es difícil compartir la vida entre diferentes generaciones.

-Hay cosas que echo de menos en el vestuario. Antes acababas el entrenamiento y te ponías a hablar durante media hora. Ahora cuatro o cinco cogen el móvil, otros tantos se visten para irse? Quedamos dos o tres hablando, los chapas de toda la vida. Va con la evolución. Recuerdo cuando en los viajes rebobinábamos las cintas del walkman con el boli.

-Su longevidad deportiva algo le deberá a la genética. El catálogo de lesiones es amplio.

-Dos luxaciones de hombro, por ejemplo. Un médico importante me llegó a decir que lo dejase. No le hice caso. Dije que por mis huevos seguiría. Trabajé como un cabrón. Fue hace ocho años.

-¿Ahora afronta las lesiones, incluso las pequeñas como esa microrrotura que sufre, con el miedo de que sea la definitiva?

-Cambia el tiempo que tardas en recuperarte. Se duplica. Pero una rotura de fibras no me retirará.

-¿La clave de aguantar es pensar solo en cada entrenamiento?

-Quique no es tonto. Me conoce de sobra. Sabe cuándo tengo ganas de entrenar y cuándo no. Hay veces que me cuesta, sobre todo por las mañanas. Son demasiadas pretemporadas. Quique me da manga ancha. Un poco, eh, que corro como todos los demás, aunque vaya más atrás. Yo también me voy dosificando. Si me metiese mucha caña, llegaría reventado a los partidos.

-Mucho sufrió el Octavio el año pasado cuando usted faltó. ¿Preocupante?

-Yo echo una mano al grupo. Nunca ganaré un partido solo. En este equipo tan justo cualquier ausencia será importantísima.

-En la dinámica tan especial que tiene el Octavio, resulta esencial el conocimiento del juego de Dasilva o usted.

-Muchos jugadores pasaron por aquí y no fueron capaces de adaptarse a este estilo. Me hace muy feliz darles a Cerillo o Jabato el pase que convertirán en gol. Mucha gente me dice que tire más. No es mi forma de jugar.

-¿Fue siempre así?

-Siempre. Nunca destaqué por meter diez goles. Pero puedo pegarle cuatro cambios al extremo, cuatro pases al pivote, meter tres o cuatro goles?

-Y lo hace usted como si no quisiera o no le importase.

-Me lo dicen desde que era jovencito. Lo comentó un día Cadenas por la tele, cuando me iba a enfrentar a su equipo: "A ver si Fran tiene ganas de jugar". Yo tengo ganas de jugar siempre. Debe ser por mi forma de correr. Me canso y mucho. Pego unas reventadas que estoy dos días sin moverme. Otra cosa es que me basten treinta movimientos para hacer lo mismo que otro con cuarenta.

-¿Lo más sencillo es lo mejor?

-Cuando era un chaval, veía el hueco e intentaba hacer algo antes de aprovecharlo. Ahora voy directamente. Eso sí te lo dan los años. Aprendes a leer mejor el balonmano. Cuando eres joven saltas por encima de un muro. Con 40 años no te queda más remedio que usar la cabeza.

-¿Qué técnico le ha marcado?

-De todos se aprende, desde el que me enseñó cómo se daban los tres pasos a Quique. No puedo hablar mal de ninguno.

-Y siendo ya entrenador su hermano Abel, ¿es una opción?

-Me tiran mucho para atrás los viajes. Meterme doce horas de autobús, tal y como está el balonmano? No lo tengo claro.

-¿Le da muchas vueltas a ese día en que se levantará y ya no será jugador de balonmano?

-Claro que le doy muchas vueltas. Muchas veces pensé en montar algo. Pero en el balonmano actual no sabes cuándo vas a cobrar. Y tal y cómo está el país, que abres un negocio y tienes que cerrar al día siguiente? Me arrepentiré siempre de haber dejado de estudiar. Solo tengo hasta segundo de BUP. Me doy cuenta del error.

-Pasará de viejo en el balonmano a la mediana edad.

-Con 30 años, en el deporte, ya te llaman veterano. Pero ya no es como antes, cuando te retirabas a esa edad. No había los fisios, el material? Si un tío no aguanta jugando con 35, es porque no se ha cuidado o ha tenido alguna lesión grave.

-Al prolongar su carrera también retrasa ese renacimiento.

-Sé que algún día tendré que parar. Pero he cogido el peor momento. No sé si estirar hasta los 50. A tanto no creo que llegue, pero tal y como está la cosa...

-¿Decidirá en junio?

-He hecho un contrato de dos años. Pero si veo que me estoy arrastrando, lo dejaré y punto. No quiero engañar a nadie.

-El presidente es un devoto.

-Javier sabe que digo las cosas muy claritas y a la cara. Me tiene un cariño especial por eso. Aparte de que ve que me rompo los cuernos en los partidos.

-Un tipo de dirigente que se está perdiendo.

-El balonmano de elite en Vigo se acabará el día que Javier se vaya. También tiene sus cosas buenas y malas. No sabe lo que es un teléfono. Pero le gusta esto. Es una tradición familiar.