Quedaban todavía algunas horas para que comenzase la gran final de la Eurocopa, pero Vilagarcía ya se había teñido con el color rojo de la selección. Las terrazas de A Baldosa estaban llenas a reventar a la espera de que el árbitro portugués Pedro Proença pitase el principio del encuentro. El lugar donde se concentró un mayor número de personas fue en las inmediaciones de la plaza del auditorio, donde la Diputación de Pontevedra instaló una pantalla gigante. Allí había un centenar de sillas que quedaron copadas tan solo unos segundos después de ser puestas. Pero el entorno del auditorio no fue el único lugar en el que se aguardaba con impaciencia el inicio del encuentro. Prácticamente todos los bares, sobre todo en las calles de A Baldosa y en la plaza de O Castro, colocaron pantallas gigantes hacia las terrazas, que estuvieron llenas a reventar desde mucho antes de que iniciase el choque.

Y el balón comenzó a rodar. La posible tensión que podía existir se borró de un plumazo tan solo 15 minutos después cuando el balón besaba las mallas de Buffon tras impactar en la cabeza de Silva. Los escarceos italianos preocupaban, pero Casillas se llevaba una y otra vez una ovación cada vez que intervenía. Cuando las caras de sufrimiento volvían a aparecer ante los contados acercamientos italianos, Jordi Alba encontraba una autopista en el centro de la zaga azzurra y desataba el éxtasis entre el millar de personas que se congregaron en las inmediaciones del auditorio. La segunda parte fue una fiesta, con cánticos y celebraciones con las que se constataba un hecho: España repetía título de campeona de Europa. Los goles de Torres y Mata, cuando el partido expiraba, solo sirvieron para desatar un auténtico delirio por el resultado y el juego. Cuando finalizó el encuentro, la plaza de Galicia, lugar de celebraciones habitual de los éxitos en Vilagarcía, se llenó hasta la bandera. Bocinas, vuvuzelas, claxones y música, todo servía para celebrar la contundente victoria de la selección española sobre Italia. Incluso algunos se atrevieron a "quemar rueda" con su vehículo. Vilagarcía fue solo uno de los puntos de la comarca de O Salnés en los que se vibró con la selección española, ya que desde el río Ulla en Pontecesures hasta la punta más occidental de O Grove se alzó un grito unánime al término del encuentro: el de "Campeones de Europa", el "Campeones, campeones, oé, oé" y el "yo soy español, español español".´

Ambientazo por todo lo alto en la plaza de Galicia

El centro de las celebraciones fue la plaza de Galicia de Vilagarcía, donde al cierre de esta edición continuaba llegando gente para celebrar la victoria. Petardos, bengalas, bombos, bebida y mucha fiesta fueron la tónica de la noche, llegando a cortar por completo la circulación con una discoteca móvil, aunque en esta ocasión ningún policía local o conductor puso reparo. La mayor parte estaba dispuesta a aprovechar el alegrón de la victoria en una época en la que las buenas noticias escasean.

La santa talismán de Ribadumia

Lleva cuatro años saliendo en las fases finales sin que España pierda un solo partido. La "Santa España", el nombre con el que bautizaron en Ribadumia una escultura en homenaje a La Roja, volvió a realizar su particular recorrido por las principales calles de Barrantes. Fue solo unos minutos después de que Pedro Proença señalase el final del encuentro cuando todos los particulares devotos de esta imagen comenzaron un recorrido desde la bocatería Lareka hasta el centro de la localidad, escoltado por gaiteiros y "armados" de toda la simbología que acompaña a la selección española.

A medida que avanzaban por la calle, con la música y la fiesta que les acompañaba, más y más vecinos de Barrantes se unían, llegando a cortar el tráfico en la principal calle del casco urbano. No faltaron en ese acompañamiento hasta las fuerzas del orden y la Santa Iglesia. Varios de esos devotos aprovecharon para disfrazarse y celebrar una procesión en toda regla mientras los efluvios etílicos duraron.