El deportivismo más radical tiene otro motivo de satisfacción que añadir al triunfo de su equipo en Balaídos. Iago Aspas, el jugador más odiado en A Coruña, volvió a verse superado por Diego Colotto. Como ocurriera en Riazor, el zaguero argentino anuló el talento del atacante céltico. Esta vez, el coloso blanquiazul no necesitó triquiñuelas ni provocaciones para sacar del partido al moañés. Tampoco pudo llevarse como trofeo una fotografía que sirviese nuevamente de mofa. Aspas sintió pronto la sombra inquietante del zaguero y desapareció. Apenas realizó unas cuantas apariciones para tomar decisiones equivocadas o fallar remates francos ante Aranzubia.

Como delantero centro, Aspas fue ayer "un puto desastre", como diría su técnico, que ha atado al talentoso "10" a una posición que le resultaba extraña hasta que conoció a Herrera. Ahora parece un pájaro enjaulado, al que el paso del tiempo le atrofia las alas. Y expertos cazadores como Colotto incluso se divierten cuando le abren la puerta para invitarlo a volar. Sabe que tropezará contra el primer obstáculo que se encuentre, porque ha perdido la referencia de su hábitat natural.

Un espíritu libre como el de Moaña ha de moverse ahora entre las cuatro paredes que le marcan las defensas rivales. Como en ese espacio fracasó ayer, Herrera le planteó otro escenario, con la intención de poder darle la vuelta al marcador adverso. Retiró a Joan Tomás, que tampoco estuvo acertado como mediapunta, y dio entrada a Bermejo, el mejor rematador del Celta, como demostró la semana pasada en Cartagena.

El cántabro se situó como referencia en punta y Aspas se alejó de Colotto, al que no le gustó el cambio. Pero moviéndose entre líneas, Aspas sólo duró quince minutos sobre el césped. El entrenador buscó otra variante: Bermejo para atrás y David Rodríguez en punta. Colotto se sintió más liberado entonces. Además de haber ganado el duelo particular, estaba más cómodo sin el aleteo del canterano céltico.

Con el tanto de De Lucas aumentó la emoción y la intensidad en el juego. Parecía el escenario perfecto para un Aspas que se había merecido el banquillo porque no había estado a la altura de las exigencias de un partido al que llegó con exceso de motivación. Metido en una jaula fue una presa fácil para un felino como el argentino Diego Colotto.