Solo el rugby concede tanta gloria al perdedor. Nada se le puede reprochar al que se ha vaciado el alma. As Lagoas ovacionó a sus chicos camino del vestuario. Se premiaba la locura de intentar sobreponerse a la dictadura de la biología. Los kilos pesaron más que el corazón. La gruesa delantera del Gernika asfixió al Iveco. Superior en las fases de conquista, el cuadro vasco le negó el oval al "XV del Olivo", que lo tiene como alimento exclusivo. Cuando lo pudo rescatar, asustó a su rival. Tuvo el triunfo a tiro con el 17-22. Al final, en el intento, se le fue incluso el punto bonus. Conquistó lo primordial, la devoción de su parroquia, que promete volver.

Día histórico para el rugby gallego. Primer encuentro de elite en el viejo reino. Los fanáticos de la fe rugbier surgieron de los escondites donde se refugían del catolicismo futbolístico. Llegaron en procesión a Lagoas, convocados por el Iveco, su orgullo inflamado. A casa regresan con el casillero vacío y el álbum repleto: la primera anotación de la historia a través del pie de Hamilton, el ensayo de Tukaki en el 51 que se relatará a los nietos como la huella de Armstrong en la Luna, la gloria de las bancadas llenas, el crujido de los golpes, el griterío en las cargas suicidas... Instantes que jamás se olvidarán.

"Mejor con victoria", dice Monreal del Big Bang rugbístico gallego. La primer parte pesó demasiado. Hamilton marró el primer golpe de castigo, relativamente sencillo. Desconfió de sí y renunció a otros. El Gernika lo rentabilizó, jugando al límite, sin miedo a las infracciones. El tonelaje le concedió el balón en las melés con introducción propia y ajena; el nerviosismo local se lo regaló en el "line-out". Privado de la posesión, desesperado, el Iveco se desordenó. El apertura visitante movió con acierto, el ala Betty hizo sangre sobre la línea de banda. El 3-22 al comienzo del choque pareció el finiquito.

Se resistió el Iveco. Se negó a claudicar. Tukaki encontró un hueco para el ensayo primigenio y Lagoas hinchó sus pulmones. El "XV del Olivo" mejoró la precisión en la "touch". Su delantera clavó los tacos en la melé, como Hércules sosteniendo la bóveda celeste, y se multiplicó en la riña del "ruck". Cazado al fin el oval, la elaboración de los tres cuartos pudo lucir. Jugó bien a la mano el Iveco, incluso desde su propia 22. Subió la línea de presión. La segunda mitad se jugó en campo del Gernika. De Cabo evitó el avant en un robo y posó entre palos. El rugido se oyó en el extremo contrario del universo.

Los vigueses tenían el punto bonus en el bolsillo y no se conformaron. Exprimiendo sus últimas energías, lanzaron su órdano. Ingenuidad maravillosa, emocionante. Un par de pérdidas y un golpe de castigo les arrebataron el botín. Perdiendo el punto, se han ganado la mayor gloria, que es habitar para siempre en la memoria de quien los ha contemplado.