Pilotes Posada 23

Xavi Díaz, Nando (3), Montávez (4), Mikalauskas (2), Cerqueira (2), Macías y Moledo -equipo titular- Maciel (ps), Barisic (2), Fran González (1p), Cacheda (3), Juanjo Ruesga (3), Abramovich (1) y Víctor Frade (2).

Valladolid 34

Sierra, Víctor Alonso (1), Gurbindo (6), Ávila (2), Asier Antonio (2), Krivocapic y Tvedten (3) -equipo titular- Davor Cutura (2), Rambo (5), Alexis Rodríguez (9,1p), Óscar Perales (4) y Bilbija.

Marcador cada cinco minutos: 0-4, 1-7, 3-11, 5-12, 9-14, 11-17 (descanso); 13-20, 15-24, 17-27, 19-29, 22-33 y 23-34. Árbitro: Ríos Martín (Madrid) y García Mosquera (Galicia). Expulsaron al vallisoletano Delgado Ávila (min.52) por acumulación de exclusiones. Además, excluyeron a Cerqueira y Mikalauskas por parte del Octavio, y a Krivocapic por parte del Valladolid. Incidencias: Encuentro correspondiente a la última eliminatoria de los cuartos de final de la Copa del Rey disputado en As Travesas ante unos 1.500 espectadores.

El sueño de los "locos bajitos" del Octavio se estrelló contra una dura realidad llamada Cuatro Rayas Valladolid que hizo valer la calidad y el peso de su plantilla para superar con facilidad al conjunto vigués. A los de Quique Domínguez les sobró espíritu y orgullo, pero ayer le faltaron muchos kilos y centímetros para ofrecer un combate más igualado ante el tercer clasificado de la Liga Asobal. El Pilotes despertó de esa hermosa ilusión en la que ha vivido los últimos días, rodeado una vez más por lo mejor del balonmano mundial. Y, como era gratis, incluso se atrevió a soñar con un milagro que la realidad, siempre tozuda, se encargó de desmontar en apenas diez minutos.

El destino fue cruel con el Octavio en los días previos a esta Copa. El sábado perdieron por lesión a Cerillo y ayer se encontraron con que Polakovic, su principal referente ofensivo, tampoco podría jugar por culpa de una contractura en la espalda. El enemigo era gigantesco y el Octavio ni tan siquiera disponía de sus principales armas para combatirlo.

Por si fueran pocos problemas las bajas y el propio Valladolid, al Octavio le pesó la responsabilidad. Los vigueses tardaron en perderle el respeto a un Valladolid que arrancó a todo tren. No quería sustos Pastor, consciente de que el duelo encerraba alguna pequeña trampa en la que no tenía intención alguna de caer. Había que imponer de salida la diferencia de categoría, matar el partido por la vía rápida y luego negociar con el marcador. No era un día para enredarse. Los de Quique ayudaron lo suyo porque en los primeros minutos estuvieron como un flan. El Octavio se estampó contra la defensa de los pucelanos que atacaron como cohetes con Gurbindo y sus extremos en plan estelar. Acababan todo en los seis metros y convirtieron el arranque en una continua ejecución a Xavi Díaz. En ataque el Pilotes estaba ciego sin Cerillo y Polakovic.

Pasado el primer cuarto de hora el Pilotes encontró en una defensa 3-2-1 presionante una buena manera de hacerle daño a los de Pastor que se sintieron de repente desconcertados en medio de aquel hormiguero. Esa intensidad defensiva, la velocidad de manos y de piernas provocó errores en la entrega y faltas en ataque del Valladolid. Eso hinchó el pecho del Pilotes que se sintió capaz de generarle algún quebradero de cabeza a su inalcanzable rival. Montávez encontró la escuadra en dos lanzamientos casi consecutivos, Cacheda dejó su ingenio impreso en alguna jugada individual, Frade se fajó con acierto en el pivote y el Octavio se situó a cinco goles (9-14) en el minuto 20. Y eso que el extraordinario Sierra, con sus paradas, impidió que se ajustase algo más el marcador Toda una conquista para el grupo de Domínguez y para el público que celebraba a lo grande sus pequeñas conquistas: ese parcial por aquí, ese golito en el último segundo de Nando. Lo importante es ser feliz.

Pero Pastor quería tener una noche tranquila y vivir con calma los últimos minutos, sin abrir la puerta a un posible accidente. Por eso insistió en el arraque del segundo tiempo en tumbar definitivamente a un Octavio cada vez más cansado (hubo quien jugó casi todo el encuentro). Con Alexis Rodríguez desatado la diferencia fue aumentando de forma progresiva. El Valladolid ofreció todo su muestrario en ataque. El Pilotes era incapaz de mantener un intercambio de goles que le hubiera podido mantener en el partido. La falta de recursos se hizo cada vez más evidente en las filas viguesas en las que hay que destacar momentos puntuales de Nando, de Cacheda o de Ruesga, pero para competir con un equipo como el Valladolid hay que tener mucho más. El Pilotes al menos no perdió ni un segundo el orgullo para que la diferencia nunca llegase a ser abismal. El cuento de hadas de la Copa del Rey se había terminado para ellos, pero al Octavio le queda por escribir el capítulo más importante de la temporada, el que dentro de unas semanas debe devolverle a la Liga Asobal, allí, el mundo en el que habitan equipos como el Valladolid.