El cielo se le ha nublado al Academia Octavio. De 23-17 a 24-23. Minuto 57. El ascenso en peligro. Temblor en Navia, histeria general. Fran González se dirige a los siete metros. Bajo palos, García Lloria, amigo del alma, que lo conoce al microscopio. Silencio entonces. El tiempo se detiene. Póquer psicológico entre el lanzador y el portero, un duelo geológico, eterno, más grande que la vida. Caen civilizaciones, una galaxia lejana se colapsa. Fran, el de las mil batallas, estaba en el origen de la creación. "Hágase la luz", afirma, bate a Lloria y el encuentro se termina. El Obearagón, en su depresión, consiente incluso que los locales igualen el average particular. En el general, la ventaja viguesa es amplia. Cinco puntos en la práctica de distancia con cinco partidos por jugar. El Academia Octavio vuelve a casa, a la Liga Asobal.

Tal conquista merecía un encuentro como el de ayer, choque de colosos, gloria del balonmano. Pabellón lleno, alternativas emocionales y tácticas, una novela río plagada de pequeñas aventuras individuales. Fran González se agigantó en lo terrible, apareció también Xavi Díaz y mandó parar al Obearagón. Son piramides humanas, sus siglos contemplan al resto como a microbios impertinentes. Pero el triunfo fue un logro colectivo. Moledo alimentó al Octavio en la primera mitad; Cerqueira y Frade culebrearon en seis metros; Montávez, sobre sus muchas molestias, aportó serenidad; Polakovic lanzó sus cruces suicidas, como un kamikaze que renace tras cada colisión; Mikalauskas trabajó en el alambre sobre Bartolomé. Mención aparte merece Cacheda, que ofreció una nueva prueba de su genialidad. Amaneció atorado. Falló sus cuatro primeros lanzamientos. La lesión de Cerillo lo llevó al extremo. Parecía que la tensión se le atragantaba a su adolescencia. Y de repente se inventó dos goles vitales, uno de rosca sin ángulo, otro con el brazo izquierdo. Fue el único además que pareció recordar que el average estaba en juego en la última posesión. Aceleró y Frade completó la tarea.

Los dos técnicos probaron sus muchos estudios en la primera mitad. Obearagón defiende con agresividad, la que aplica Bartolomé, y muy abierto, casi un 3.3. Domínguez jugó al engaño para contrarrestarlo. Cacheda partía en ataque desde el pivote, se intercambiaba después con Cerqueira y en la confusión el Obearagón se desorientaba, especialmente por su flanco izquierdo. En defensa, el Pilotes pasó pronto del 6.0 al 5.1 para anular al excelente central Liaño, sin lograrlo. Ventajas alternas y cortas hasta el 13-11 del descanso.

Al salir del vestuario, corto periodo de tanteo y tirón académico gracias a una mayor tensión defensiva. Seis goles de ventaja. La cosa parecía hecha. Pero el Obearagón mostró coraje. El electrónico estropeado (el tiempo se cantaba a viva voz por megafonía) añadió incertidumbre. El Pilotes cayó en la reiteración de faltas en ataque, con el consiguiente descontrol en la transición. Hasta que Fran y Xavi, como madres amorosas, cobijaron a sus compañeros en su seno. En ellos, en sus carreras alejadas de los focos del Palau o el Quixote, se condensa lo extraordinario del balonmano. La Asobal les pertenece por entero.