Dujshebaev en su potencia, difícil de resumir en cifras: campeón olímpico y campeón del mundo con la URSS, platas y bronces a puñados con España, copas y ligas nacionales, Europa, Recopa y EHF, triunfante igual como jugador que como entrenador; Dujshebaev como recuerdo indeleble, retorciendo el cuerpo para su rectificado imposible, ese instante de levitación; Dujshebaev en la leyenda, el segundo mejor del siglo XX por detrás de Wislander, candidato a mejor de la historia junto a Balic, Karabatic y Deckarm; Dujshebaev llovido del cielo, junto a Rolando Uríos, para disipar el derrotismo de la selección... Dujshebaev eterno, que se hizo hombre en Galicia, a la que vuelve este fin de semana para disputar la Copa Asobal. "Tienen un central los soviéticos que es la gloria", se asombraban los buenos aficionados en aquel Mundial junior de 1989. "Fue mi primer enamoramiento de España", confiesa el kirguís de cuna, cántabro por elección.

Talant Dujshebaev Mukhanbetov, Talant García o el "Chino" en los corrillos del balonmano, era un chiquillo de 21 años cuando llegó al torneo, dividido entre Pontevedra y Vigo. Aquella reunión generacional, otra de tantas se diría, se aprecia en perspectiva como la fundación de una era única. "De allí salieron muchos de los que después serían los mejores del mundo, estrellas para Francia, Alemania o España", conviene Talant. Ninguna como la primavera española, con Olalla, Garralda, Barbeito, Barrufet, Masip, Marín, Urdangarín... Una selección imperial, que quemó etapas y llegó a la final con ilusiones. Se las quebró Dujshebaev. El seleccionador soviético se había permitido darle descanso en semifinales. El central anotó doce goles, indescifrables para los porteros españoles. "Recuerdo con mucho cariño esos momentos", revela. "Cuando eres joven no es lo mismo disputar torneos que un Mundial junior. Lo recuerdo todo, el ambiente, los pabellones llenos... Y encima ganamos".

Poco sabía entonces del país anfitrión aquel Talant, que en su Frunze natal se había aficionado al Real Madrid y pleiteaba futbolísticamente con su hermano, del Hamburgo. Ni se imaginó, al recorrer las calles gallegas, que bajo ese cielo construiría su hogar. "Ni por asomo", exclama. "Pero la vida se compone de cambios, por fortuna o desgracia. La desaparición de la Unión Soviética fue un momento amargo, que me dejó como dato positivo la posibilidad de ser un español más".

Se derrumbó todo aquello que conocía. Kirguistán se independizó. Frunze fue rebautizada como Biskek. Y Talant, que militaba en el CSKA, emprendió el vuelo. Cruzó otra vez aquella frontera de 1989 y se asentó en el norte, en Cantabria, que se le metió en las venas. Ya ni durante sus años en la Bundesliga se libraría de esa adicción. "España es lo primero. Me he sentido bien acogido en todos los sitios. Cantabria es mi casa. Galicia fue mi primer enamoramiento", insiste.

A Galicia ha venido innumerables ocasiones, con Teka y Ciudad Real, o para clinics como el de Porriño en 2007. La Copa Asobal le permite repetir visita en una temporada en la que el balonmano gallego no tiene representantes en la elite. "No quiero hablar de sorpresas o errores. Para mí es una injusticia que no haya equipos en la Asobal. La provincia de Pontevedra, en su época dorada, llegó a tener cuatro (Pilotes, Teucro, Frigoríficos y Chapela) y espero que pronto vuelva alguno a la máxima categoría".

En As Travesas se sentirá cómodo. Es cancha vieja de balonmano, el lugar ideal para restañar las heridas que la derrota en el Palau puede haber causado: "Llegamos bien, con muchas ganas aunque algo cansados como todos los equipos. No pensamos para nada en la final. Estamos centrados en las semifinales con el Valladolid".

La edad ha desforestado la frente de Talant, le ha llenado de cicatrices el cuerpo compacto, que es el mapa de su carrera. En Vigo se acordará de aquel Dujshebaev de ojos maravillados, presto a la aventura como le sucede ahora a otro Dujshebaev. Su hijo Alex cumplirá pronto 18 años. Recientemente se ha proclamado subcampeón europeo juvenil con el combinado en el que también jugaba el académico Cacheda. Cedido al Naturhouse, el lateral aprende a convivir con su pesada herencia. "Es un chico afortunado. Que esté teniendo minutos en Asobal es un privilegio. Como entrenador y padre me parece que tiene la cabeza bien amueblada. Yo soy yo; él es él. Tiene que hacer su vida y se lo toma así".