El Club Voleibol Vigo ha iniciado su cuenta atrás más angustiosa. La directiva se reúne hoy alrededor de una mesa vacía. Ni un solo atisbo de patrocinio, ninguna promesa sólida por parte de las instituciones que aliente la esperanza de conseguirlo. Ante tal panorama, Guillermo Touza y sus compañeros deben decidir si el próximo lunes efectúan la inscripción en la Superliga. Al precio de 7.000 euros ampliarían en dos semanas su margen de actuación. El 15 de junio tocaría depositar el primer tramo del aval. Sería la aduana definitiva. El club, sin el soporte necesario, desaparecería.

Los directivos se mirarán a los ojos con las cuentas claras. El Vigo, el club más antiguo de la élite, el mejor con diferencia de Galicia, estima en 300.000 euros el presupuesto necesario para competir en la máxima categoría. Se ganaron el ascenso en la cancha y jamás han contemplado renunciar a la plaza. El periodo para adoptar esa solución ha concluido. O Superliga o nada. Están dispuestos a ajustar al máximo cada partida. "En autobús o coche se viaja de maravilla", dice con cierto humor negro el presidente. El entrenador, Flavio Calafell, hace gestiones. El equipo está diseñado pero pendiente de la supervivencia. "Los jugadores conocen la situación", explica Touza. El Vigo, tras dos temporadas sin sponsor, necesita uno que aporte entre 100.000 y 150.000 euros. "Sin eso, no salimos", certifica.

Touza ha pedido la ayuda de las administraciones públicas. "Somos el único equipo profesional gallego sin patrocinador, de los 51 que hay", lamenta. Pero de momento sólo ha obtenido silencio o promesas huecas: "No hemos recibido ninguna respuesta de nadie, ni siquiera de los que se habían comprometido a echar una mano. El camino que llevamos es el de no salir a competir. Las administraciones se han puesto de acuerdo para solucionar temas pero no para el nuestro, que es el más fácil de arreglar".

El tiempo de espera ha concluido. Con mayo se muere el plazo para realizar todos los trámites de inscripción en la Superliga, que cuesta 7.000 euros. "Esto se acabó, yo lo dejo", ha comentado un directivo. "Hagamos el último intento, no es tanto dinero", pide el otro. Hoy se vota entre las alternativas. Una vez inscrito, el Vigo tendría 15 días para asegurar los primeros 15.000 euros del aval. Los otros 15.000 tocarían en septiembre. Ese riesgo ya no lo asumirán. "Yo sé que todos los años amenazamos con no salir y al final lo conseguimos, pero nunca nos vi tan en peligro", argumenta Touza. "Siempre teníamos el compromiso de alguien que nos permitía aventurarnos".

A la espera de la sentencia decisiva, Touza recapitula los 40 años de historia de un club en cuya creación participó, "tanto tiempo, tanto trabajo por el voleibol... Se me hace complicado que nos planteemos abandonar". Pero no tiene otro remedio.

La desaparición del equipo profesional arrastraría probablemente a las categorías inferiores y a las escuelas deportivas que regenta. "Hoy mismo cerraba con un colegio una actividad para septiembre que no sé si podremos cumplir", indica. También le corresponde decidirlo a la directiva, aunque Touza, cansado, advierte: sin primer equipo, "el que desaparezco soy yo".