“Vengo a Augusta como siempre, a ganar”, dice Tiger Woods en uno de los templos del golf mundial, a donde acude en busca de su quinta Chaqueta Verde y su decimoquinto título de Grand Slam, en su persecución particular sobre el récord de dieciocho del mítico Jack Nicklaus. La frase del número uno del mundo, categórica, recompone un puzzle que se había desordenado por su lesión en la rodilla izquierda, que le tuvo de baja durante 8 meses y consiguientemente alejado de los campos de juego.

La noticia de su regreso y su óptimo estado de forma es fantástica para rectores, promotores e informadores de este deporte. Tiger está listo para plantear seria batalla en las cuidadas praderas del Augusta National.

La peor parte va dirigida hacia el resto de golfistas: Woods viene de ganar hace dos semanas el Arnold Palmer Invitational, el tercer torneo que disputaba desde su vuelta.

Hace tres semanas se hablaba a ambos lados del Atlántico de las enormes posibilidades de triunfo de Phil Mickelson, el segundo mejor golfista del mundo, y del “Paddy Slam”, es decir, la posibilidad de que el irlandés Padraig Harrington encadene con el Masters el tercero de los cuatro títulos que componen el Grand Slam, después de haber conquistado los dos últimos de 2008, el Open Británino y el US PGA.

Pero también los grandes jugadores de golf, como Tiger, dan un respiro y dejan resquicios, para que los sueños del resto tengan suelta las riendas.

Woods no vence en Augusta desde 2005. Después ganaron Phil Mickelson, Zach Johnson y Trevor Immelman. Durante tres años consecutivos, el Masters se le resiste al mejor jugador del planeta.

Precisamente sobre Mickelson van dirigidas las esperanzas de muchos norteamericanos en Augusta. El zurdo de San Diego ha ganado ya dos veces en Augusta y su triunfo este año lleva un premio asociado: desbancaría a Tiger del liderato mundial.

El duelo entre ambos es uno de los frentes abiertos en el Masters de 2009. El otro es comprobar si Harrington pone la tercera piedra camino del Gran Slam, en un campo con muy ligeras modificaciones (’tees’ del 1 y 7) y azotado en los entrenamientos por temperaturas bajas para la primavera en Georgia.

El golf español estará representado por cuatro golfistas: el sempiterno José María Olazábal, bicampeón en Augusta (1994 y 99), el malagueño Miguel Angel Jiménez, el castellonense Sergio García y el debutante gaditano Alvaro Quirós.

Olazábal, sin ritmo de competición necesario por las lesiones, atesora la experiencia y el excelso conocimiento del campo; Jiménez, el tesón, el toque y el trabajo incansable; García, tercero del mundo, el riesgo y la genialidad; y de Quirós, su tremenda pegada. Del cuarteto español es evidente que García es el que más opciones baraja, aunque el Augusta National y su preparación nunca fueron de su agrado, y no lo será salvo que encuentre el idilio en las mieles del triunfo. Ha alcanzado el segundo lugar de la clasificación mundial, tiene juego, pero Augusta elige a sus jugadores y por ahora no parece querer en exceso al castellonense. El resto dependen de cómo reciba el campo a Woods. En sus palos estará el torneo y seguramente las opciones del resto de jugadores.

Ballesteros, en el recuerdo de todo el mundo

Ballesteros, ganador del torneo estadounidense en 1980 y 1983, quiso estar presente a través de dicha carta, que salió a la luz merced a la ‘’osadía’’ de Billy Payne, presidente del Augusta National, el cual se saltó la tradición que perdura desde 1953 para contar a la prensa lo ocurrido durante la cena de gala que se celebra el día anterior

“No estoy seguro de que esté autorizado a hablar de ello, porque soy un invitado, pero José María Olazábal leyó una carta de Seve a sus compañeros. Fue muy emotivo, muy cariñosa y se pudo sentir la reciprocidad de sus amigos y ex campeones. Ha sido un momento increíble, impresionante”, relató.

En el discurso inicial -ése sí con la presencia de la prensa- Payne también se refirió a Ballesteros. “Este año hemos expresado nuestro más sincero afecto y nuestras oraciones para su completa recuperación. Seve es un verdadero campeón y feroz competidor, y sigue inspirando a todos con su pasión y su determinación. Aguardamos con interés su regreso a Augusta”, indicó Payne.

Ballesteros se recupera de un tumor cerebral tras ser operado en el pasado mes de octubre hasta en tres ocasiones. El cántabro prosigue con la rehabilitación en su casa, de la cual ha dicho que es “un proceso muy largo, el par 72 más largo del mundo”.