El Celta ha ganado posteriormente en dos ocasiones en el Bernabéu, ambas de la mano de Fernando Vázquez, pero ninguna ha tenido la trascendencia de aquella primera victoria del equipo que dirigía Víctor Fernández.

Por muchos motivos: porque el Celta llevaba medio siglo sin ganar a domicilio al Madrid, porque le dio al conjunto vigués el liderato de Primera División por primera vez en décadas, pero sobre todo por la enorme superioridad con que los hombres de Víctor Fernández hicieron morder el polvo al omnipotente conjunto blanco. El marcador (2-1) no reflejó el dominio con el que el Celta controló el partido en un partido en el que, sólo un golpe final de orgullo de los blancos, les salvó de una goleada.

El equipo vigués había dado ya algunas muestras de sus potencial con sus triunfos a domicilio en Villa Park y, sobre todo, en Anfield frente al Liverpool. Pocos en la capitala apostaban sin embargo que podría poner también una pica en el feudo en el inasequible Santiago Bernabéu. Pero la prensa madrileña, como toda Europa, acabó rendida a la magia de aquel formidable Celta que lideraban Mazinho y Mostovoi, para muchos, el mejor de la historia. "Decididamente nos hallamos ante un equipazo, que cautiva tanto por su organización como por el manejo de la pelota. Da la sensación de que lo tiene todo: sentido colectivo y talento individual. Defiende bien, elabora mejor y define sin miedo. Durante una hora, hasta que el Madrid se levantó a golpe de amor propio, el Celta bailó al equipo de Hiddink", señalaba, con admiración, la crónica de uno de los principales diarios de difusión nacional. La repercusión de aquella victoria tuvo un enorme eco en el celtismo. Diez mil seguidores celestes se apoderaron al día siguiente de la terminal del aeropuerto de Peinador para tributar un histórico recibimiento a los héroes de aquella memorable gesta.