Álvaro Faes enviado especial a Montmeló

Fernando Alonso regresó al asfalto después del último ajuste del monoplaza, rodó una vuelta, dos, tres y ¡tachán!, mejor tiempo. El nombre el asturiano aparecía en la pantalla junto al número 1, como en los viejos tiempos, cuando su coche era una bala imparable en todos los circuitos. Kimi Raikkonen impuso luego la lógica de Ferrari y se colocó al frente de la lista; Nelsinho Piquet calcó el crono de su compañero y lo superó por pocas centésimas. Los Renault -segundo y tercero- funcionaban y sacaban partido de su `aleta de tiburón´, la mejora aerodinámica más llamativa del paquete de novedades.

Ésa era la primera lectura y la que se hacían los aficionados, felices por ver de nuevo a su piloto entre los mejores. Tienen claro que Fernando Alonso no podrá todavía ganar carreras, pero a muchos les queda la esperanza de verle algún día subido al cajón. A la hora de leer entre líneas, el análisis llama a la cordura. Las condiciones del circuito no estuvieron al lado de los pilotos, y la jornada, sobre todo la de la tarde, fue una pequeña odisea para casi todos.

El asfalto casi alcanzó los cuarenta grados en algunos momentos y se convirtió en fuego para los neumáticos. Las gomas se derretían en las curvas rápidas de Montmeló y casi todos los coches sufrían problemas de adherencia, sobre todo en el tren delantero. Mucho subviraje y dificultades para completar las vueltas a un ritmo decente. Eso les pasó a los McLaren, que además tuvieron que cambiar la caja de cambios de Kovalainen tras la primera sesión por un problema con la bomba de aceite. No acabaron ahí los contratiempos, porque, en la segunda tanda, un fallo en el control del acelerador hizo saltar el sistema de seguridad del motor y detuvo el monoplaza.

La dimisión de las flechas de plata ayudó a los dos Renault a colocarse en situación privilegiada, justo por delante del otro Ferrari, el de Massa, una décima más lento que Alonso. Desde luego que ésa no es la situación real entre los monoplazas italianos y los de la casa del rombo.

La razón de tanta confusión en la lista de tiempos encuentra respuesta con las cargas de gasolina. Antes de su última parada, Fernando Alonso cumplía el programa de trabajo que le habían marcado y su tiempo le colocaba en una situación más que discreta. En el pit lane le descargaron de combustible y le colocaron un juego de neumáticos blandos. El cronómetro se disparó, mientras otros coches parecían mucho más lentos y pesados. Algo similar había sucedido en la tanda matinal, cuando el asturiano fue bastante más rápido que sus rivales naturales, Williams y Toyota.

Costumbre alemana

En un juego parecido entró BMW. Sus discretos decimosegundo y decimotercer tiempos, sin problemas aparentes, siguen la costumbre del equipo en las últimas pruebas. Ya la semana pasada rodaron en Montmeló muy cargados de gasolina, en apariencia igual que hicieron ayer. Todo muy confuso, revuelto por las cargas de gasolina, por las pruebas con distintos objetivos y por todas las mejoras con las que llegan unos y otros, que darán su verdadera medida a partir de esta tarde.

Será a las dos en punto cuando comience la tanda de clasificación y la hora de la verdad para Renault. El primer día en la cuenta atrás del R28 para comandar el grupo de equipos intermedios que pelean por las migajas que dejan Ferrari, McLaren y BMW. Hasta ahora, ver a Alonso en la última tanda, a la que llegan sólo diez coches y la que entrega al más rápido la pole position de la carrera, era el objetivo del equipo. De momento, y pese a la evolución aerodinámica y de suspensión del R28, el podio es coto privado de tres equipos que están en una órbita distinta a los demás.