Juan Manuel de Prada desvela en su último libro, "Mirlo blanco, cisne negro", las vicisitudes del mundo editorial y de los literatos españoles en el que navega desde hace más de veinte años. Con esta, su novela más personal, está recorriendo el país para comentarla con los lectores. Este miércoles se acercará al Club FARO para compartir su experiencia y una visión de la actualidad desde su posición de articulista político.

-Viene al Club Faro a presentar "Mirlo blanco, cisne negro", del que dijo que es su libro más sincero, ¿es el más autobiográfico?

-No es autobiográfico en el sentido que solemos asociar a esta palabra, es decir, no cuento cosas que me hayan sucedido ni episodios de mi vida, pero sí es el más sincero en el sentido de confesional porque todo esto está lleno de mi experiencia en el mundo de la literatura a lo largo de estos veintidós años desde que publiqué mi primer libro. Los pensamientos, los sentimientos, las alegrías y las tristezas de los personajes son las mías propias. Es muy confesional a pesar de que la historia es puramente ficticia.

-Es una reflexión sobre la relación que se establece entre maestros y discípulos pero, a la vez, una gran sátira.

-Es una novela con dos planos, uno de fondo que es una sátira de la vida editorial y literaria española y un primer plano -que creo que es lo sustantivo de la novela- que refleja la relación entre el joven Alejandro Ballesteros, un escritor novel que desea abrirse paso y triunfar, y Octavio Saldaña, un escritor veterano desilusionado con su oficio, bastante amargo y lleno de heridas que no han cicatrizado. Es una novela de relaciones personales porque los personajes pasarán del deslumbramiento mutuo a una relación tóxica, con el telón de fondo de lo que ha sido la vida editorial en España.

-¿Y ha sido de tal envergadura que hace falta una sátira para contarla?

-Pues sí porque el mundo literario, por ser un mundo endogámico por un lado y donde circula poco dinero -porque escribiendo uno no se hace rico- es un mundo que a falta de recompensas materiales y de ventilación termina estando lleno de vanidades podridas, de envidias y resentimientos. Creo que la óptica satírica y humorística era la mejor para adentrarnos en él.

-En el libro deja entrever una crítica a las modas literarias que permiten que, de pronto, un autor esté en el foco de todos y esa fama se desinfle al poco tiempo.

-Es que este ha sido uno de los grandes males de esta especie de banalización de la cultura de las últimas décadas que entroniza modas efímeras y hace que muchos falsos creadores, en su afán de alcanzar el éxito, traten de emular esas modas. De tal manera que al final su obra es una especie de patchwork, de tapiz lleno de remiendos, en el cual van imitando las sucesivas modas que se imponen en cada momento. Frente a eso está el auténtico escritor, el que va escribiendo su obra al margen de modas, ruidos y operaciones de marketing.

-¿Esto lo permiten hoy en día las editoriales?

-Cada vez menos, desgraciadamente. Las grandes editoriales están en una deriva muy dudosa que quizá las esté salvando en estos años de crisis del libro pero que a largo plazo las puede llevar al abismo porque se están guiando por un criterio puramente mercantil.

-¿Cómo está resultando su gira de presentación del último libro?

-Están resultando encuentros con lectores muy confesionales, como la propia novela. Hablo de ella pero también de las vicisitudes y las tentaciones por las que ha pasado mi vocación literaria. Creo que los lectores descubren aspectos de la vocación literaria que no conocen.

-En realidad, está desvelando las entretelas del mundo literario. Eso genera intriga.

-Sí, además, no sé por qué, la figura del escritor todavía conserva una aureola de misterio. Al final, esta novela es sobre una relación de dominio y eso también suscita curiosidad.

-En la novela hay un mirlo blanco y un cisne negro, ¿fue usted ambos?

-Sin duda. El material que he empleado para la confección de estos personajes soy yo mismo. Ambos retratan una parte de mí: Alejandro Ballesteros tiene que ver con el Prada juvenil que alcanzó el éxito a una edad muy temprana y estaba lleno de ambición. Y Octavio Saldaña, el cisne negro, tiene mucho que ver con otro Prada, el de los cuarenta años que dejó de escribir y pensó que no volvería a hacerlo, de la amargura por haber renunciado a la literatura. Son dos pasajes de mi vida superados -creo- y me he basado en ellos.

-¿Cómo compagina su labor como articulista con la literatura?

-No establezco una distinción neta más allá de que cuando escribes un artículo tienes que trabajar con la realidad, y cuando creas una novela estás trabajando con los asuntos que te brinda tu imaginación. Es una faceta más de ese poliedro que es la dedicación a la literatura. Por otra parte, como me considero un escritor comprometido con mi época, pero contrario a sus usos y costumbres, el hecho de escribir artículos me permite explorar y explotar esa faceta de polemista. De escritor que está, como diría Unamuno, 'contra esto, eso y aquello'.

-La situación política española de los últimos meses, ¿daría para una novela?

-Nuestra política cotidiana, tan penosa y zarrapastrosa, daría para escribir un tipo de novela. Sería una de tipo esperpéntico al estilo de Valle-Inclán. O una novela un poco mágica al estilo de Cunqueiro. Es una política marrullera que no tiene grandeza, para lo que no daría sería para una tragedia de Shakespeare ni para un auto sacramental de Calderón de la Barca. Para un esperpento, un vodevil o una astracanada sería perfecta.