Tino Casal tenía el camino abierto para ser el nuevo Nino Bravo, pero prefirió no renunciar a sí mismo, a su vida, a su estética, aunque sí apostó por vivir libre, sin seguir la estela de nadie, en un momento de plena transformación en el que el destacaba por su voz y por su imagen. "Tino Casal, el arte por exceso" es la exposición que se abre, desde hoy hasta el 19 de febrero en el Museo del Traje de Madrid, en la que colabora Acción cultural Española (AC/E), y en la que se rinde homenaje al autor de "Embrujada" productor, diseñador de accesorios y vestuario, estilista, decorador, escenógrafo, pintor y escultor.

Veinticinco años después de su fallecimiento, Tino Casal (Tudela-Veguín, 1950-Madrid, 1991) nos devuelve con sus brillos la luz sobre el escenario que revolucionó con sus peinados, su forma de vestir y maquillaje con el que potenciaba una mirada seductora, desafiante, de caballero andante. Alrededor de 200 piezas son las que se pueden contemplar en un recorrido que las vincula a su creación discográfica. Piezas que guardaba su familia y que ha cedido al museo."Me emociona mucho ver su obra así expuesta", comenta Conchita Casal, hermana del artista. Conchita confiesa que siempre tuvo la "ilusión" de que la obra de su hermano no cayera en el "olvido". "Hizo lo que quiso y creo que no se le llegó a conocer ni reconocer" su trabajo ni personalmente, afirma contemplando cada una de las túnicas y pinturas de su hermano.

"Él era el hijo y el hermano, y todos le apoyábamos", a pesar de que no fue fácil para nadie, y apunta que podía haber elegido un camino creativo más sencillo, pero igualmente exitoso. "Esto es -dice mirando alrededor de la exposición- lo que él era".

Icono de la movida madrileña, Casal era más vanguardista que otros músicos de la época que se decantaban por lo "underground". Cuando viajar era todavía difícil y caro, él lo hacía a Londres como si fuera un destino habitual y de allí creaba y le inspiraban tendencias que luego adaptaba a su personalidad. "Era muy atrevido, no se ponía barreras", comenta Juan Gutiérrez, uno de los comisarios de la exposición, que define al artista como un hombre generoso con sus pertenencias que cedía sus prendas, sin esperar su regreso a su armario, y, sin temor a equivocarse sentencia: "No ha tenido sucesor".

Gutiérrez le considera el creador de una "imagen de marca" que eclosiona en 1981. Lo que para algunos era frivolidad en el escenario para el autor de "Eloise" era una forma de vida. Rodrigo de la Fuente, también comisario de la exposición, comenta que la idea de reivindicar la figura de Tino Casal fue del diseñador Manuel de Gottor.

Casal "abrió camino en un momento en el que se buscaba la renovación en muchos aspectos", explica. Su gusto por llamar la atención le lleva a disfrutar profesional y personal de una estética "rompedora" llena de "brillos" que él mismo se encargaba de acentuar, añadiendo a las prendas espray fluorescente para que brillaran más en la oscuridad.

Apasionado del cuero, es un material que trabaja hasta darle el sentido que busca, siempre al acecho de "nuevas texturas" y de "juego de las apariencias" de ahí su relación con las pieles, "siempre sintéticas".