Hablar de Paulina Sánchez con sus alumnas es como hablar de su "otra" madre. Su labor siempre fue más allá de la docencia en las aulas. "Se volcaba con cualquier persona que necesitara su ayuda, siempre cariñosa y atenta con todos", destaca Marisé Fernández, de 73 años, una de las redondelanas que tuvieron la suerte de tenerla como maestra. A pesar de los años que pasaron desde entonces, toda una vida, la profesora Paulina siempre está en su recuerdo. "Era de esas personas que dejan huella, siempre preocupada por nosotros, casi como si fuera nuestra madre. No hay nadie que hable mal de ella, era muy admirada y querida, no solo por sus alumnos sino también por los padres y los vecinos de toda Redondela, porque en esa época esto era un pueblo en el que todos nos conocíamos", recuerda Marisé.

Sánchez Otero obtuvo el título de maestra en Pontevedra y después ejercería la mayor parte de su labor profesional en Redondela, donde impulsó una intensa actividad cultural, siempre alejada de la política, y dedicada de lleno a la promoción de los jóvenes en el campo de las artes. Comenzó su labor docente junto a su inseparable amiga Carmiña Lago, con quien montó una pequeña escuela en la calle Isidoro Queimaliños, y después ejercería como maestra funcionaria en distintos lugares de la comarca. En la parroquia de Cedeira estuvo entre los años 1928 y 1929. Luego pasaría por Cesantes, Covelo, Budiño, Soutomaior y Reboreda. En 1952 se establecería en el que sería su último destino profesional, Ventosela, lugar en el que ejerció hasta su jubilación en 1966.

Pero sin duda por lo que es recordada la entrañable maestra es por su labor como dinamizadora cultural. En una época difícil, con escasos recursos, impulsó numerosas actividades dirigidas a los niños como teatros, ballets, recitales poéticos o zarzuelas, entre otros. Una obra en beneficio del pueblo y de la cultura local que fue reconocida con la Medalla de Alfonso X El Sabio, y con la que ahora recibe el homenaje de su villa natal tras ser nombrada como "Persoeiro do ano".

"En los tres años que estuve con ella me enseñó casi todo lo que sé hoy. Iba a sus clases de teatro y zarzuelas, pero me aportó muchas otras cosas como la disciplina, saber estar, comportamiento, cultura... Siempre le estaré muy agradecida porque tras esa etapa me sentía preparada para todo", relata Carmen Pena Souto, de 81 años, mientras repasa sus recuerdos de actuaciones en las salas del cine Fantasio y Figueiral -ya desaparecidas- a través de las fotos incluidas en la exposición sobre Paulina.

María Teresa Tojeiro, de 75 años, también alumna de sus clases de teatro, guarda esta época como una de las mejores de su vida. "Lo pasábamos muy bien y conseguía hacernos sentir como intérpretes de categoría, todo lo preparaba con detalle. Cuidaba hasta la forma de dirigirnos al público, que tuviéramos modales finos, saber expresar cuando estábamos sobre el escenario, movernos con elegancia...". El grupo estaba formado por 64 actores y bailarines, además de músicos entre los que destacaba Vigilio, un ciego que actuaba como pianista y acordeonista, pero también colaboraban los familiares que supieran tocar cualquier instrumento. "Todos tenían cabida, aquí no se excluía a nadie, e incluso se llegaban a adaptar las obras para que pudiera participar más gente. Llegamos a tener mucho prestigio, nos venían a ver incluso desde Vigo", apunta Tojeiro, que también destaca el fin benéfico de estas actuaciones, ya que la recaudación se donaba a la iglesia y a las personas necesitadas.

Esta antigua alumna subraya la importancia de la labor de Paulina como dinamizadora de la cultura en la localidad. "Era una época muy limitada, con escasas propuestas de ocio, y ella consiguió que los niños nos ilusionáramos con el teatro, la danza, la poesía y la cultura en general", concluye.