O Carballo de Vilar podía ser un mueble de casa o podía ser papel para escribir cartas, pero sigue siendo árbol. Tras trescientos años de vida, los análisis realizados sobre su tronco así lo determinaron, se ha convertido en otra especie diferente: Un monstruo de tres patas, la piel de una jirafa, un elefante durmiendo o lo que cada uno quiera ver.

En todo caso es algo así como un árbol biónico, que ha cumplido su función durante tres siglos, y ahora inicia una segunda fase como una pieza decoración urbana en Tomiño.

La autora del proyecto es Liliya Pobornikova, una artista nacida en Bulgaria, pero que actualmente reside y trabaja en Galicia, que asumió el reto planteado por el Ayuntamiento, que dirige Sandra González "dar otra forma de vida tras la muerte".

"Para mí la oportunidad de trabajar con una madera de más de 300 años y de este tamaño es un privilegio, poder intervenir en la historia y la forma original del árbol que en sí misma ya es bonita", explica a FARO DE VIGO.

Asegura que su idea era guardar gran parte de la belleza natural "y unirla con las formas y el estilo en que trabajo estos últimos años". "En mi mente la escultura es un paisaje montañoso, lleno de caminos que se cruzan, con ríos, valles y colinas, como Tomiño", destaca.

La artista, que ayer sábado presentó su trabajo en un acto, afirma que "normalmente en una obra abstracta cada uno puede interpretar libremente las formas y usar su imaginación para encontrar otros sentidos, eran muy curiosas las respuestas de los niños de las escuelas que me visitaron durante el proceso de trabajo, encontraron elefantes, jirafas, manos, monstruos submarinos?"

Pobornikova reconoce que disfrutó creando su obra pero, indica, que "hubo muchos momentos difíciles y de inseguridad". "Empezando por pelar la corteza del árbol; "el Carballo" en realidad era una sobreira con corteza difícil de despegar, flexible y muy pesada. Otro momento complicado fue el día de transporte e instalación de la escultura. Participaron dos camiones que intentaban levantar al mismo tiempo la escultura con más de 7,5 metros de largo y con un peso aproximado de más de 7 toneladas", dice.

La escultura se sigue llamado "O Carballo de Vilar" como conocían los vecinos al árbol tricentenario que un día se secó debido a las agresiones que fue sufriendo con los años, pues incluso se hicieron hogueras en una oquedad de su tronco.