Deterioro en los muros, árboles de gran envergadura inestables y temporales sucesivos. La llegada del otoño ofrece una combinación preocupante en el entorno del Pazo do Conde de Gondomar, construido en el siglo XVI. Una decena de familias de la urbanización Miñor y de viviendas anexas al recinto viven preocupadas ante los vaivenes que, cada vez que arrecia el viento, trazan las acacias de hasta 40 metros de altura que crecen en el jardín de 30 hectáreas. Las ramas se inclinan un poco más cada invierno hacia el exterior y muchas de ellas han caído ya sobre sus casas. Incluso sobre sus cabezas.

Parte de un tronco se desplomó hace tres años hacia una parcela aledaña y golpeó a uno de los residentes. José Antonio Bautista relata cómo el impacto lo dejó inconsciente y le generó secuelas. Las responsabilidades sobre lo ocurrido están todavía pendientes de resolución judicial. Su suegra, María López, recuerda con amargura aquel suceso, que también ocasionó daños a su jardín, y reclama tanto al conde como a las administraciones "que no se repita".

Sus vecinos exigen al propietario que corte los "peligrosos" árboles. Han presentado docenas de escritos al Concello y se han dirigido a la Xunta para que intervengan "antes de que haya que lamentar una desgracia", afirma Berta Rodríguez. "Hacemos responsable al Ayuntamiento de esta situación porque no han hecho nada. Nosotros pasamos noches enteras sin dormir cuando hace viento y nadie más se preocupa", advierte.

Son conscientes de que el monumento arquitectónico es un bien de interés cultural (BIC) y de que está protegido por la Ley de Patrimonio. Pero también sostienen que la vegetación que los pone en peligro no forma parte de las especies a conservar. "Las acacias son plantas invasoras. En un jardín como este se supone que solo debería haber árboles autóctonos", apuntan.