Pasarían desapercibidos para ojos inexpertos, poco acostumbrados a ver en las piedras una posibilidad de contacto con el pasado, por más remoto que este sea. Sin embargo, algo llamó la atención de José Pérez Pérez, vecino de la parroquia oiense de Loureza, cuando, hace apenas un mes, pastoreaba con su rebaño de ovejas en el lugar de Carboeira, un espacio forestal cercano a su domicilio, en el barrio de Santa Comba, y profundamente afectado por el gran incendio que asoló Oia y O Rosal el pasado verano.

"Me pareció que esto no era normal, que eran como refugios antiguos", aseguraba ayer José, de nuevo ante los restos que, visibles entre un bosque de árboles quemados, tanto le extrañaron y que el profesor experto en arqueología Fernando Javier Costas Goberna constató como "vestigios de antiguas edificaciones".

El yacimiento, al descubierto después de que el fuego arrasara la maleza que lo escondía, es difícil de datar. Costas Goberna, que ha localizado incluso pequeños fragmentos de cerámica en la zona, prefiere ser prudente: "Está claro que son restos bastante evidentes de edificaciones, pero no se puede asegurar a qué época pertenecen ni tampoco determinar su extensión".

Lo que sí tiene claro el experto en arqueología, miembro del Instituto de Estudios Vigueses, es que el lugar "como mínimo debería considerarse" por su ubicación, que "domina el último tramo del río Miño" y en cuyas proximidades se localizan otros enclaves "con petroglifos y túmulos megalíticos" además de elementos de alto interés etnográfico, como los molinos de O Folón y O Calán.

Para Xabi Garrido, gran conocedor del patrimonio rupestre que ocultan los montes de Oia, no hay duda de que se trata de un castro. "Para mí está clarísimo y estoy seguro de que si se realiza una excavación acabará por confirmarse", explica.

Garrido fue una de las primeras personas que tuvo noticia del hallazgo. Contactó con él el hijo de José y él dio aviso a la Consellería de Medio Ambiente y envió un correo electrónico a la Dirección Xeral de Patrimonio para comunicar la posible existencia de un antiguo asentamiento y demandar protección para el espacio, donde trabaja maquinaria pesada en la tala de madera quemada.

Por el momento, la administración no ha tomado ninguna medida y solo dos cintas anudadas en las piedras señalan el yacimiento, cuyos secretos aguardan a que alguien, algún día, se decida a desenterrarlos.