El Castillo de Santa Cruz abrió ayer sus puertas para el disfrute y uso público después de su inicial etapa militar, en el año 1664, durante el reinado de Felipe IV, en guerra con los portugueses, a la que siguió el abandono y el uso privado, hasta que en el año 2004 se firmó la escritura por la que pasó a pertenecer al Concello de A Guarda.

La intervención principal que ha permitido su nueva función supuso un desembolso de 1.033.931 euros, financiados en un 75% a través del 1% cultural que aportó el Ministerio de Fomento; un 12% a cargo de la Xunta de Galicia y un 12% del Concello guardés.

Hoy día el llamado por algunos como "gigante escondido", conserva su jardín botánico. Se realizaron actuaciones necesarias para proteger el fuerte y también trabajos de investigación arqueológica. Se hicieron desbroces, repoblación y poda. Está pendiente de ejecución el futuro centro de interpretación de fortalezas transfronterizas que es competencia de la Xunta.

El alcalde de A Guarda, José Manuel Domínguez Freitas, citó estas intervenciones y la presencia en esta jornada de apertura de exalcaldes "que soñaron que el castillo tenía que ser de disfrute público" . Anunció la elaboración de un nuevo proyecto para acceder al 1% cultural de 2014 que se destinaría a obras de seguridad y recuperación de un lienzo de muralla, entre otros. El coordinador del área de Cultura de la delegación territorial de la Xunta en Pontevedra, José Manuel González, intervino para destacar la importancia de abrir al público este recinto, el único fortificado de las fortalezas transfronterizas que tiene una relación directa con la fachada atlántica. Se refirió al diseño del plan a nivel europeo que comenzó a elaborarse hace 12 años para dar valor al enclave fronterizo. La historiadora, investigadora y especialista Rebeca Blanco Rotea actuó de guía, explicando los distintos espacios y su uso anterior.

A destacar la alabada puesta en escena de los grupos A Boalleira y Xamaraina, que dieron vida al recinto, para después ofrecer piezas de baile.

Entre los asistentes, una vecina guardesa recordaba perfectamente haber jugado de pequeña en este recinto con las niñas de la familia del doctor Ruiz, que veraneaba en la casa "que tenía capilla y capellán, don Manuel, de O Rosal". Mencionó la existencia de caballerizas y que alumnas de las carmelitas iban de excursión hasta el castillo cuando hacía buen tiempo. En determinada época del año, se abrían las puertas a vecinos que entraban a comprar leña de las podas.