Hermesinda Rodríguez Pérez, con una camelia roja adornando su solapa, recibía ayer a su familia más cercana en un acontecimiento especial: su 105 aniversario. Lo hacía con sonrisa intermitente, pues todavía no se ha recuperado del fallecimiento de su hijo Mario, en noviembre de 2012. Los demás la comprenden.

El cómplice de FARO fue Mané. La señora se preparó para la foto y no quiso aparecer con gafas. De notable estatura y con un cuerpo que aguantó mucho trabajo en el campo, sus huesos son los que protestan cuando se pone en pie, por lo que utiliza una silla de ruedas para moverse por la casa con jardín, donde acostumbra a estar para tomar el sol.

"Rezo el rosario todos los días, me acuesto a las once de la noche y a veces veo la televisión, no siempre", cuenta. En la casa vive con Bienvenida Fernández Sobreira, su nuera, que es viuda de Rubén, el otro hijo que falleció hace once años. María José Amorín Fernández, es la nieta que también comparte sus días.

Su hijo Juan Amorín Rodríguez, con su mujer, acudieron al mediodía, cuando una buena vecina, Olga Barros ya había traído una fantástica tarta casera, mitad bizcocho y mitad flan, con piña y cerezas confitadas, que se sumó a un brazo de gitano igual de artesano; dulces hechos en honor a Hermesinda que sabe apreciar lo que es rico.