La fuga de los tres jóvenes suizos que mantuvo en vilo a la comarca durante casi dos días terminó ayer con todos sanos y salvos a bordo del buque escuela "Salomón", fondeado en la bahía baionesa. Tras una intensa jornada de persecuciones por parte de los agentes de la Guardia Civil, los chicos fueron entregados al capitán del barco, Patrick Gränicher, en dos tandas. A las doce del mediodía regresó uno de ellos, de 15 años, y, a última hora de la tarde, los otros dos, de 14 y 16.

Los tres habían huido a nado la noche del lunes con ropa seca en bolsas de plástico para cambiarse al llegar a tierra. El propio capitán los vio encaramarse a los pantalanes del puerto pesquero mientras daba una vuelta por la zona y trató de atraparlos, "pero se escaparon por las calles y fue imposible", relataba ayer. El dispositivo de búsqueda por parte de la Guardia Civil y de la Policía Local se intensificó al día siguiente sin resultados. Se escondieron por los montes, "durmieron en un edificio en obras y pidieron comida a una vecina", contaba el capitán.

El rastreo culminaba ayer. Los guardias los tenían cercados en Nigrán y pidieron ayuda a la Policía Local de dicho municipio. Por la noche habían sido vistos en el barrio de Caeiro, en Sabarís y se dirigieron hacia Vigo a pie. A las ocho de la mañana, los observaron en A Ramallosa intentando tomar un autobús. Pero no fue posible. Según Patrick Gränicher, sólo llevaban "entre 3 y 5 euros cada uno". Así que se dirigieron a Playa América y poco después, fueron localizados en Mallón, en las proximidades del colegio. Los guardias lograron retener a uno de ellos, pero los otros dos escaparon hacia San Pedro y, en torno a la iglesia, les perdieron la pista.

Los agentes llamaron entonces al capitán para que acudiese al cuartel de Baiona y le entregaron al joven de 14 años, el único de los tres que habla español por su ascendencia venezolana. Al parecer, este chico tenía familia en A Coruña y podía haber intentado dirigirse a la ciudad herculina, pero durante la tarde de ayer no había revelado su intención a la tripulación del barco, integrada por el propio capitán, dos profesores y un pedagogo que dan clases y ayudan a los once jóvenes con problemas de conducta que participan a bordo de la goleta en un programa de educación social de nueve meses subvencionado por el gobierno suizo.

Nada más embarcarse, el capitán ordenó al chico dar diez vueltas a la embarcación de 40 metros de eslora a nado, una actividad que los jóvenes practican cada día a primera hora para ejercitarse. Luego le pidió que escribiera la historia de su aventura para analizarla hoy mismo de forma pedagógica. "No es un castigo, es una lección", manifestaba Patrick Gränicher poco antes de recoger a los otros dos fugitivos, hallados pasadas las seis de la tarde en A Ramallosa, cerca de donde los habían perdido.

Una vez todos a bordo, el buque partirá en las próximas horas hacia el Algarve para continuar su singladura.