La religiosa franciscana de clausura María del Rosario Álvarez Domínguez, perteneciente a la comunidad del convento de las "Encerradas" de Tui, acaba de publicar su segundo libro de poemas coincidiendo con la efemérides de los 500 años de existencia del monasterio de las clarisas franciscanas, cuya vida da a conocer, entre versos, en el último capítulo.

Esta religiosa de 67 años de edad, nacida en Ramiráns (Celanova) explica la creación de "Yo soy el Camino la Verdad y la Vida", como una "narración poética que es el complemento y continuación de mi libro anterior. Se refiere a "En Dios pongo mi esperanza", publicado el 2007. La espiritualidad que ambos destilan son parte del atractivo que encuentran personas con inquietudes religiosas que visitan el monasterio y los eligen como recuerdo especial.

"Nos preguntan cómo es nuestra vida. En realidad somos una familia que se dedica a la espiritualidad", cuenta la religiosa sobre el día a día de esta comunidad formada por siete religiosas, la mayoría de avanzada edad.

Las primeras horas de la mañana es el momento que la religiosa prefiere para escribir "porque la mente está más clara y me resulta más fácil hacerlo".

En la poesía dedicada a la historia de las clarisas, recuerda a los fundadores: san Francisco y Santa Clara. También describe el cambio de costumbres, motivado por la edad de las religiosas. "Es más flexible el horario de lo que era en otros tiempos pues, tenemos que adaptarnos a los tiempos que corremos", recita.

"Las personas de ahora somos más sensibles y enfermizas, cuidamos más la salud que las personas antiguas", revela, quizás pensando en que sus antecesoras iban apenas calzadas y soportaban el frío ambiente de los pasillos empedrados, entonces sin calefacción en estancias donde pasaban horas realizando labores que ahora continúan haciendo "de aguja, plancha, lavado, cultivo de flores para el culto y el ornato". También "compartimos las tareas de la casa en general, la elaboración de las dulces pastas de almendra, la cocina y lo demás". Como tarea principal "trabajo y oración". La jornada que la comunidad comienza a las siete de la mañana, termina "alrededor de las once, cuando cierra lentamente el sueño nuestros ojos y la noche invita al recogimiento".

La reducida comunidad tiene esperanzas en la llegada de hermanas novicias de paises de América latina, como Colombia. Por ese motivo ya han realizado obras de mejora en el enorme y antiguo convento, de largos pasillos y celdas. "Hemos terminado las que pudimos con nuestros escasos recursos y pidiendo un préstamo", cuenta. De esta forma han conseguido arreglar doce habitaciones con sus respectivos aseos, siguiendo la normativa actual.

En estos momentos está apuntalada la portería, porque no hay dinero para continuar la recuperación. Ellas siguen en su gran casa, con los cambios justos desde hace cinco siglos, cuando su hogar se fundó.