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El equipo no cree

El Celta, en un momento clave, ofrece una de sus actuaciones más decepcionantes ä La derrota tiene todo el aspecto de final de trayecto ä Incomprensible cambio de Brais en el descanso

Pione Sisto trata de escapar de dos rivales en un momento del partido jugado en Butarque. // LOF

El Celta no cree en lo que hace ni en la posibilidad de alcanzar el objetivo con el que se le llena la boca a diario. No hay más. Leganés despejó casi todas las dudas y enterró los brotes de optimismo que había dejado el partido del pasado fin de semana ante el Sevilla. Butarque ofreció una versión del Celta deprimente que suena a fin de trayecto y no solo en lo que respecta a las opciones europeas del equipo. En una semana en la que los rivales directos se habían aliado para alimentar con sus tropiezos las opciones de los vigueses, el Celta se comportó como el clásico equipo sin nada en juego que se pasa las últimas semanas de Liga sin más preocupaciones que elegir el resort en el que va a pasar las dos primera semanas del mes de julio. En el día que podía disparar las esperanzas de la parroquia viguesa y enfilar hacia un ilusionante final de temporada, los de Unzué cayeron con estruendo superados de punta a punta por un equipo que tuvo más ideas, más orden y sobre todo más voluntad por ganar. Sergio Alvarez evitó una derrota de mayores dimensiones de un equipo desvalido en lo táctico, en lo anímico y que es incapaz de revolverse cuando siente un pinchazo del rival.

¿Para qué el balón?

Estamos en el mes de abril. Han pasado 32 jornadas y seguimos sin tener claro para qué quiere el Celta la pelota. Es evidente que trata de tenerla -la mayoría de las veces en zonas improductivas-, abusa del toque de manera exagerada hasta que termina por regalarla sin haber sido capaz de generar nada. La posesión porque sí. Ayer el Leganés dejó maniobrar al Celta (como han hecho muchos equipos), le cerró el acceso a Lobotka y esperó a que entrasen en acción los defensas para sacar el balón. Un desastre absoluto. O pérdida o pelotazo. En uno de estos regalos llegó el gol de los madrileños y pudieron llegar cosas peores. Unzué liquidó a Fontás del equipo, pero el tiempo demuestra que es el central que mejor le puede ayudar para esta forma de jugar. Al final sucede que el entrenador pretende aplicar un estilo muy determinado con jugadores (sobre todo defensas) que no le sirven para eso. Y el equipo se queda a medio camino de todo. No se siente cómodo en ese traje, no cree realmente en lo que hace y lo transmite. Con la pelota y sin ella. Por este motivo en ocasiones dan la impresión de no tener la implicación necesaria. No es eso. Simplemente son un equipo desnortado que trata de encontrar una brújula con la que orientarse. Y eso a veces paraliza las piernas.

brais

La sorpresa del día fue la entrada del joven mediocampista y la suplencia de Maxi Gómez. Unzué quiso repetir la fórmula de la pasada jornada y aunque el uruguayo estaba en condiciones de jugar le dejó en el banquillo. Pero el equipo no funcionó de la misma manera. Brais, que arrancaba por la derecha pero acababa muchas de las acciones en el medio aprovechando el espacio que le generaba Aspas, fue de lo más saludable del equipo en el primer tiempo. Pero se quedó en el banquillo en el descanso para que entrase en escena Maxi. Una solución desagradable por lo injusto que resultaba. A su lado Wass y Pablo Hernández habían estado ausentes durante el primer tiempo. Pero pesaron los galones, el cambio fácil, el sacrificio del futbolista que no pondrá pegas. De las malas decisiones que ayer tomó Unzué posiblemente fue la más cuestionable, la que más duele y también la que generará peor reacción en la estructura del club. Resultó que en el segundo tiempo el Celta jugó aún peor que en el primero, sus medios siguieron ausentes y el juego de Brais hubiera sido de agradecer. La prueba definitiva de que el técnico se había equivocado de forma sonora.

el cambio de sisto

Era junto a Brais el otro que en el primer tiempo había generado ciertas dosis de juego. Pero también se fue al banquillo antes de tiempo. Obligado a remontar el 1-0 del Leganés Unzué no se atrevió a buscar una combinación que hubiese dejado en el campo al mismo tiempo a Emre Mor, Iago Aspas, Pione Sisto y Maxi Gómez.

Con Maxi

No mejoraron los vigueses con Maxi. Incomprensiblemente y ante la incapacidad de sacar el balón jugado, el Celta tardó en buscar el balón largo en dirección a su tanqueta. Prefirió regalarla en su propio terreno. En la jugada del gol del Leganés la pierden hasta tres veces antes de que llegue el tanto de Guerrero. Puro masoquismo. Complicado de entender la obstinación con la que se comporta en ocasiones el equipo y su forma de invocar los problemas.

el futuro

Los números dirán lo que quieran, pero las sensaciones y la imagen de los partidos lejos de Balaídos no dejan espacio para el optimismo. El Celta desde el mes de enero no ha acusado evolución alguna en su juego e incluso ha dejado de hacer algunas de las cosas buenas que tenía. El lenguaje gestual, sus reacciones en el campo, tampoco son las de un equipo que lleva la palabra esperanza tatuada en el pecho. Mientras haya posibilidades la obligación del Celta es la de buscarlo hasta el último día. Pero ayer en Leganés todos intuimos cómo va a terminar este cuento.

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