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El Celta se espabila una hora tarde

El equipo vigués flojea ante el colista en una tarde infausta y cede un empate que compromete sus aspiraciones europeas

Roberto, portero del Málaga, sale al paso al céltico Máxi Gómez durante uno de los ataques frustrados del Celta durante el partido de ayer en Balaídos. // José Lores

El Celta cumplió con la ancestral costumbre de insuflar vida al enfermo con un mustio empate en Balaídos ante el Málaga, un rival en estado terminal que frena las aspiraciones europeas celestes del equipo celeste en un momento clave del campeonato. El triste punto sumado frente al colista confirma el bajón de juego sufrido por el grupo de Juan Carlos Unzué en este mes de marzo, le impide aprovechar el tropiezo de buena parte de sus adversarios y deja inevitable un poso de pesimismo que se ha visto reflejado en los silbidos con que el público despidió al equipo y la consiguiente (e inoportuna) respuesta del capitán, Hugo Mallo, a la censura de la grada.

La desaprobación de la afición no responde seguramente al resultado de una mala tarde que cualquiera puede tener, sino a la falta de tensión con que el equipo entró en un partido en el que estaba sobre aviso y el pobre rendimiento (más allá de las ocasiones desperdiciadas) que el Celta ha ofrecido ante un rival desahuciado desde hace meses que ya la había ganado en la primera vuelta en La Rosaleda en parecidas circunstancias y que le ha sumado nada menos que 4 puntos, casi un tercio de los que figuran en su casillero, ante el conjunto celeste.

Con este triste empate ante el Málaga (equipo con muy poquito gol), el equipo vigués acumula dos jornadas consecutivas sin marcar, algo que nunca se había producido esta temporada, que indudablemente ha menguado su rendimiento y que dibuja sombras sobre su capacidad para remontar su desventaja en los nueve compromisos ligueros que todavía tiene por delante.

la ley de murphy

"La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla". La frase sirvió al experto en cohetes estadounidense Edward A. Murphy Jr. para formular su famosa ley, cuya regla principal se sustenta la afirmación de que si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal. Y al Celta todo le salió ayer mal. Antes, incluso, de que el balón echase a rodar: el autobús que trasladaba al equipo a Balaídos llegó al estadio un cuarto de hora antes de la hora fijada por los aficionados para recibir a los jugadores, frustrando la conexión del plantel con la grada.

El equívoco fue la punta del icerbeg de problemas más serios: la enfermedad de Emre Mor, baja de última por gripe y, sobre todo, la lesión de Rubén Blanco, que se lastimó el tendón de Aquiles en un mal salto durante el calentamiento. El portero mosense -la rotura del ligamento está descartada pero las pruebas deben determinar el alcance del problema- podría causar baja por varios partidos.

Al contratiempo con Rubén siguió la incomprensible falta de tensión con que el Celta entró en el partido, cediendo la pelota y la iniciativa al adversario en un arranque inusualmente apocado que se prolongó hasta entrado el segundo tiempo. La desesperante falta de puntería de los celestes cuando por fin se decidieron a dar un paso al frente en busca del triunfo acabó por rematar una tarde infausta en lo futbolístico e inquietante en lo extradeportivo por los silbidos del público y la desairada respuesta del capitán a la grada.

falta de tensión y fluidez

Una vez más esta temporada pero de forma más clara que nunca, el Celta entró una hora tarde en el partido. Aunque Sergio Álvarez no tuvo que intervenir gran cosa y vivió una tarde más o menos plácida por la evidente falta de pegada del adversario, el equipo de Unzué fue a remolque de su adversario durante más de una hora. El Málaga tuvo más tiempo la pelota, la manejó mejor y hasta que el Celta se espabiló con un robo de balón de Brais Méndez que lo metió de pronto en el partido, pasó bastante tiempo arremolinado en torno a su portero, como desconcertado por la mayor ambición del contrario, falto de tensión, sin ideas ni nada parecido a un plan de ataque.

A la pobreza de ideas contribuyó la mala tarde de Lobotka, un tipo que suele dar siempre buenas soluciones a la salida de balón y que ayer tomo muy pocas buenas decisiones pero también la ausencia, por tercer partido consecutivo, de Daniel Wass, un tipo que ocupa con gran inteligencia el espacio, que proporciona equilibrio y serenidad a la transición entre la defensa y mejora a los que tiene a su lado. El danés es uno de esos jugadores cuya importancia se nota verdaderamente cuando no está en el campo.

veinte buenos minutos

Un inesperado robo de balón de Brais propició la primera aproximación peligrosa del Celta ante el marco de Roberto y dio paso a diez minutos de claro dominio en los que el equipo de Unzué fue claramente superior a su adversario,,pese a no conseguir trasladar su superioridad al marcador. Las ocasiones y los errores se sucedieron: dos o tres prometedores ataques que se estrellaron contra una maraña de defensas, un remate de cabeza en excelente posición de Maxi cayó mansamente en las manos del portero, un par de remates de Aspas desviados por Roberto y un disparo al poste de Lobotka.

La guinda la puso el moañés dilapidando una de esas ocasiones que se consideran imposibles de fallar y que nunca esperas que vaya a errar un delantero de su categoría. Maxi le puso un centro perfecto que solo había que empujar a la red y que el goleador céltico malbarató con una pifia monumental. Justo después el Lestienne estrelló en el poste que pudo empeorar las cosas y desató justificado enfado de la grada.

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