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Ni en la locura ni en la cordura

Al equipo le falta todavía constancia y consistencia para rentabilizar el juego ofensivo que es capaz de generar

Sergi Gómez cabecea un balón. // José Lores

Ni en la locura, que le incomoda, ni en la cordura, que prefiere. Al Celta le falta rotundidad y empaque. La obra de Unzué sigue tierna. El técnico recompuso su criatura tras el descanso. Controló mejor los ritmos. Pero ese atisbo de duda que aún le late le impidió manejar una ventaja que debería haber sido definitiva. Al parón se llega con las fragilidades evidentes, las virtudes insinuadas y los puntos justos para evitar la alarma.

un equipo con vértigo

El Celta de Berizzo proponía el ida y vuelta. Le entusiasmaba cabalgar por los espacios. Asumía el riesgo con naturalidad. El Celta de Unzué pretende ser cartesiano. En el juego sin corsés siente ahora vértigo. Le tienta y a la vez le repele liberarse. Unzué ha conseguido ya cambiar la mentalidad de sus hombres, pero sin dotarles aún de los automatismos que los conforten.

la paradoja de fontás

No se puede dudar de que existe un criterio argumental. Pero el empleo de Fontás desconcierta -incluso al propio jugador-. El central catalán es una paradoja que debe resolverse fuera de él. Ya que Unzué insiste en alejar a los interiores de la salida del balón, necesita a Fontás para que salve la primera trinchera con sus pases. Pero a la vez es el central que más sufre por la distancia entre líneas. Y sin embargo, cuando mejor estaba manejando el juego, con un Girona más empotrado hacia su área, decidió sustituirlo.

laterales neutralizados

Celta y Girona opusieron sistemas contrarios. En ese contacto cada uno exploró las grietas del otro sin tapar las propias. El Girona supo neutralizar en la primera parte a los laterales celestes, que son los que suelen encontrar en sus incorporaciones el desorden rival. Los dos equipos se hicieron daño además en las jugadas a balón parado -los centros tendidos de Álex García parecieron sorprender a los célticos-. Iraizoz evitó lo que se antojaba inevitable.

con oportunidades

En esa carrera de conductores suicidas camino del precipicio fue Machín el que primero se asustó. Su equipo se replegó de forma inmediata tras el descanso. Y ahí el Celta, puntada a puntada, sí se sintió a gusto. Unzué multiplicó la presencia de Iago y Pione en zonas interiores, desorientando las marcas. La mejor noticia que produce el equipo es que genera siempre ocasiones de gol pese a que su juego todavía no fluye. El Girona tuvo fases de dominio en la primera mitad y presionó para encontrar el empate final. Al Celta se le pueden afear muchos defectos y el letal es su incapacidad para matar el choque. Pero con todo mereció ganar y esa sensación de que existe buen material con el que construir debe cuajar en algún momento.

el pecado original

Los integrantes de la línea defensiva atraen las críticas. Tienen sin duda gruesos fallos puntuales. Pero es todo el esquema defensivo el que vacila. El principal defecto del Celta de Unzué está en su presión, que se ejerce de manera ineficaz, con algún robo ocasional pero sin generar en el adversario sensación de agobio. Muchas veces los jugadores se miran entre sí, buscando al culpable, quizás porque realmente no saben quién tiene la culpa. La marca al hombre primaba la responsabilidad individual. Algunos han entendido la marca zonal como un escondite. Muchos balones divididos se perdieron por falta de agresividad. La coreografía sigue sin estar bien coordinada.

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