Este fin de semana le hemos oído decir a Pedro Sánchez que el conflicto catalán sólo se resolverá con el uso de la política, y nunca con leyes. Tremendo error y gran disparate. Por dos razones. La primera y fundamental, porque las leyes no son algo que se han inventado los jueces para imponernos su caprichosa voluntad y someternos, sino que son el acuerdo alcanzado por el pueblo a través de sus representantes (los políticos), para marcar las pautas de convivencia. O sea, que las leyes son pura política. Recordemos: primero se propone el marco de convivencia, luego se acuerda y después se refleja en leyes. Así funciona la política. Y en segundo lugar, porque se ha demostrado que ninguna nueva propuesta política, nada de lo hecho en los últimos años en el parlamento, ha servido para frenar el ímpetu enfermizo y totalitario de los secesionistas. De modo que se ha hecho necesario recurrir a lo que previamente ya habíamos acordado y plasmado en leyes los españoles. Con gran suerte para todos, pues es lo único que nos está salvando. Calle pues Sánchez, deje de enredar y aclárese las ideas. Política y ley son una misma cosa.