En las remotas islas irlandesas de Aran cada familia tejía jerséis de lana virgen sin tratar para sus padres, maridos e hijos dedicados a la pesca en aguas donde cada captura podía resultar ser la última, y donde el frío se convertía en un peligroso enemigo. Cada familia decidía de una forma única cómo repartir esas cien mil puntadas que confeccionan los tan preciados suéteres. De esta forma tan simple: dice la leyenda, se podía dar nombre a los cadáveres de marineros que, de otra forma sería casi imposible reconocer después de haber sido consumidos por las entrañas del mar.

Como toda leyenda, tiene una parte de realidad y otra de mito; en este caso, bien aprovechado por la implacable maquinaria de la moda. En cualquier caso, me cuesta imaginar un mundo donde nadie ocultase sus orígenes ni sus vinculaciones. Sería mucho más fácil saber a quién tienes delante. A buen seguro nos evitaría muchas decepciones: estafadores vestidos de empresarios, salvadores de sí mismos transmutados en salvadores de la humanidad, políticos con alzhéimer? Incluso el hecho de heredar la reputación de una apellido sería algo transitorio resuelto con un nuevo jersey calcetado con el nuevo punto de una joven pareja. En el mundo que hemos creado los éxitos y los fracasos de aquellos que han llevado tu sangre antes que tú, sin duda te precederán: unas veces te ayudará, y otras desearás no haber nacido.

Me gustaría pensar que cambiándome de suéter podría dejar colgado en la percha todo aquello que no desearía haber conocido sin margen a poderme negar a ello, todos esos caminos que otros tomaron antes por mí sin saber que eran sendas que no debían haber sido transitadas.

Ahora miro al gran eucalipto, a la sombra del cual todo amigo y adversario va pereciendo como la hierba lo hace debajo de ese árbol, a base de escándalos de corrupción que no parecen afectarle porque, de una u otra manera, cambia el punto del traje que viste para continuar pescando votos.

Veo a un joven pescador que lucía su inmaculado nuevo jersey convencido de que iba a cambiar la forma de faenar, y terminó olvidando cuál era el punto de su suéter. Me escandaliza ver cómo aquellos que dicen que nos libraron del opresor hasta donde la memoria de muchos ya no quiere o no alcanza recordar, han actuado como el mismo opresor intentando perpetuar su endogamia corrupta.

Dicen que un jersey de Arán es para siempre?