Como seguidor de las buenas tradiciones españolas, soy más de los magos de Oriente que del de Laponia, pero creo que pueden convivir ambos en armonía. El problema se genera cuando los que tenemos hijos en edad de creer en esa ilusión nos tenemos que enfrentar al exceso de presencia de imitadores que se alejan del prototipo establecido. Así a nuestros hijos les asaltan dudas ante la visión de Papá Noeles delgaditos con cara de jovencitos y la barba medio caída, o de reyes Baltasar blanquitos, mal pintarrajeados, o Melchor y Gaspar flaquitos, impúberes e igualmente con la barba torcida. A ello hay que sumar que ahora están estos personajes en todas partes, en centros comerciales, en fiestas de barrio, en el "cole" en el último día antes de las vacaciones navideñas, en TV y en cada uno de esos escenarios con un aspecto muy diferente. Reclamo cierta regulación y sensatez.