Recordando que estamos en mes de difuntos (d.e.p), me ha llamado la atención la noticia de que una niña inglesa fallecida haya conseguido que criogenicen su cuerpo con el fin de "resucitarla" algún día en un futuro.

Que una niña de 14 años piense que congelando su cuerpo tendrá alguna posibilidad de vivir en un futuro, si encuentran cura para su enfermedad, no deja de ser una niñada, tolerable, pero una niñada. Que se pueda utilizar su cuerpo para curar enfermedades como la suya a otras personas me parece admirable. Pero lo simpático del tema es que los científicos, lógicamente alarmados por las consecuencias casi inmediatas que ha tenido esta sentencia, afirman que "las posibilidades de volver a la vida en un futuro son infinitésimas"; es decir: ¿que hay posibilidades? ¡Aunque sean infinitésimas! En serio, creía que el gremio científico sería un poco más riguroso.

Como argumento para una sitcom está bien; ahora, que haya gente que se esté apuntando masivamente a la criogenización para después de su muerte, con la esperanza de "revivir" en un futuro, no deja de ser un disparate, y un disparate bastante caro, por cierto. Pero, allá cada uno con su inhumación.

No obstante lo dicho, al margen de que la "resurrección" por medios científicos ni existe, ni existirá jamás, sí que es cierto que vamos a resucitar. Así lo dijo Jesucristo, pero el último día, en el que el alma se unirá de nuevo al cuerpo. Es una de las verdades de fe que más misterio encierran, en efecto, y, sin embargo, el ser humano, por ser también espiritual, tiende a lo inagotable.

No nos resignamos a la muerte definitiva. Y es que el hombre posee naturalmente ese deseo de infinitud que, paradójicamente, solo se sacia con la vida después de la muerte. Al fin y al cabo, ¿qué es esta vida?. Como dijo Santa Teresa: "Una mala noche en una mala posada" pasa rápido y con más trabajos que alegrías. Nuestro deseo de vivir no es solo el de vivir por vivir, sino de vivir felices, y la felicidad plena solo la alcanzaremos después de la muerte con la visión de Dios. Todos sabemos que la felicidad terrena es penosamente temporal.

Comprendo, por tanto, las ansias de vivir de los que se quieren criogenizar (como las tenemos todos); sin embargo, además de la imposibilidad de volver a la vida terrena, deben saber que la felicidad de una vida inagotable solo se alcanzará después de la muerte, con Dios y para siempre. "Porque para Él, todos están vivos".