No creo en la suerte. Pienso que es necesario crear los momentos para que los hechos sucedan cómo y cuándo deben hacerlo. Me ocurre lo mismo con la casualidad; considero que así le llaman a la manera fácil que tienen algunas personas para justificar ciertos acontecimientos, situándose ellas, al margen de su existencia.

Todos los años de mi vida, albergué la ilusión de tener alguna relación con el periódico decano de la prensa española. Recuerdo con mucho cariño cuando, allá por los años 50 del pasado siglo, llegábamos mi padre y yo, procedentes de la capital de España, que no, por entonces, del Reino, y mi primo hermano José Janeiro Balboa, Jojabal, mandaba a nuestro siempre admirado diario un comunicado anunciando nuestro arribo a Beariz. Como es fácil suponer aquello creó en mí una natural simpatía, por el FARO DE VIGO, que duró hasta hoy y deseo que lo haga, mientras este viejo corazón siga latiendo a la vez que recorre los sinuosos y aromáticos caminos y trochas de estas tierras de Beariz.

Siempre pensé y sigo haciéndolo, que el nombre de nuestro querido diario es muy acertado y estoy convencido que la luz de las opiniones vertidas en sus páginas, iluminó a más de un barco desorientado para que su arribo se realizara sin novedad. Salvo raras excepciones, aún estando lejos de esta bendita tierra, he compartido sus formas y fondos, sintiéndome identificado, como digo, y compartiéndolos en gran manera. Nunca tuve la ocasión, ni tampoco la procuré, de hacerme copartícipe de sus contenidos. Tuvieron que conjugarse una serie de situaciones de lo más variopintas, para que se me haya presentado la posible ocasión de comenzar una nueva andadura, que se me hace ilusionante.

Además, en un momento que Beariz necesita, como nunca, un FARO que ilumine el "canal" por donde desembarcar los vecinos de esta tierra, después de superar el proceloso océano que han tenido que atravesar. Beariz, todos sabemos que es tierra de emigrantes. Hasta ahora estas gentes que tuvieron que salir a la procura de un mundo mejor, para ellos y para sus familias, conocían muy bien el camino de retomo, pero esas personas, en su gran mayoría, ya no están y sus herederos no captaron, en profundidad, las enseñanzas que ellos les impartieron. De ahí que tenemos una labor ardua, los que nos hallamos en la orilla. Hemos de luchar para que su desembarco sea cómodo y su regreso placentero. Honestamente creo y de ello estoy convencido, que hay muchas maneras para que esas nuevas generaciones, lo vean así. Ellos ya no tienen el conocimiento de las tierras de sus mayores ni de sus vivencias. En muchos casos ni sienten nada por ellas.

De nosotros depende que tengan la necesidad de reconocer el sacrificio que sus padres y abuelos realizaron, para que el mundo en el que viven, fuera un poco mejor que el por ellos heredado. El FARO DE VIGO, ha de ser, por méritos propios, esa luz que ilumine el caminar de nuestros emigrantes. Es necesario que esa pujante juventud retome, aunque solo sea a renovar fuerzas, en nuestros bosques, alimentar sus cuerpos en nuestras bien surtidas cocinas y dar sentido a sus vidas conociendo las bondades de estas tierras que siempre les esperan con los brazos abiertos, deseosas de ser queridas. Ningún momento mejor para recordar a Demetrio de Falerea quien muchos años antes del nacimiento de Cristo dijo "Amigos verdaderos, son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados". No hagamos que sea necesario que nuestros emigrantes tengan que compartir la segunda premisa de la reflexión de Falerea, sí lo hagan, dando sentido a la primera. El FARO, nuestro FARO DE VIGO, que rasgue con su destellos la oscuridad de la noche e ilumine los caminos que conducen a Beariz. Lo deseamos y estas tierras lo necesitan.