Un ochenta por ciento parece un buen porcentaje dependiendo de cuál sea el interés que reside en él: ocho posibilidades de diez de que te toque la lotería sería, sin duda alguna, fantástico; ocho de diez de que aciertes la quiniela ganando tu equipo favorito, para muchos sería el éxtasis. Sin embargo, los números nunca mienten, ocho niños españoles de cada diez tendrán la injusta fortuna de perpetuarse en la pobreza heredada, portadores de un estigma no elegido durante generaciones de impotencia ante la repetición de la historia de vidas olvidas, de bisabuelos, abuelos? hijos. Este 80% ha aumentado en la misma proporción que lo han hecho las fortunas en nuestro país, que también se perpetúan, pero con otra clase de suerte.

Sin duda es escalofriante, saber solo viendo los ojos de tus padres que tú no vas a ser uno de los dos niños que puedan mirar algún día a sus hijos sin tener que ocultar un sentimiento de culpa y terror. No debemos continuar viviendo como si esto no estuviese ocurriendo, aunque únicamente sea por no privar a la sociedad de los más válidos. Porque de lo contrario corremos el riesgo de perdernos un Rembrandt, un Lincon, un Newton...