"De hombres es errar y de necios, perseverar en el error". Seguro que Cicerón tenía buenas razones para aseverar esto.

Yo, por mi parte, siempre he respondido de la misma forma ante el lapidario "ya te lo había dicho, ves cómo te has equivocado": ¡No!, no me he equivocado, ni nunca lo haré mientras disponga de la valentía para decidir; para actuar. A veces los resultados serán los esperados y, muchas, la mayoría, los no deseados, pero? nunca me equivoco. Tomo decisiones más o menos acertadas, de las que debo aprender.

En algún momento todo debió empezar con unos hilillos, que de alguna manera se terminaron convirtiendo en vientos de cambio que transformaron el negro del petróleo vertido en el mar por un ansia de cambio. Después llegaron los tiempos de esperar y esperar para que los fantasmas del pasado desapareciesen igualmente en las profundidades. La espera se fue haciendo crónica cuando confiado, como siempre, a que aguantando un segundo más que las adversidades, las diversidades de este país se transformasen en una simple anécdota.

Y ahora, en el momento en que los hombres demuestran lo que son, la perseverancia en el error de la espera vuelve a ser la estrategia.